Empiezo por avisar que no albergaré
en estas cuartillas los (llamados) tres tercios de una lidia moderna normal,
sino disertaré sobre otra tríada que sostengo es la que comprende la totalidad
de la Tauromaquia
que es la dimensión épica que tenemos los humanos con los
toros.
Veamos los tres tercios de una
lidia moderna normal. Lo haremos desde otro ángulo y descubrimos que en esos 20
minutos promedio son seis los objetos con que se incitan las embestidas del
toro bravo y que para el animal son seis provocaciones. Veamos cuáles son.
Ya transitado el túnel de toriles
y dejada atrás la polvareda con que inicia su pasión sobre la arena, el toro empieza
a ser desafiado.
1º) Por los
capotes de los peones y del diestro
que marca las verónicas.
2º) Por el
caballo desde donde el picador le hace brotar sangre.
3º) De nuevo
por los capotes encargados de los quites,
-el último de ellos simulado-.
4º) El cuerpo
limpio de los banderilleros quienes lo adornan.
5º La suave muleta
que intenta escenificar la coreografía
que consume los
últimos minutos.
6º El cuerpo
perfilado del diestro que le dará muerte.
Estos ataques que hace el toro a --6
desafíos visuales 6-- es lo que la costumbre agrupa en los llamados --3
tercios 3-- de la lidia normal.
Por mi cuenta y para iniciar esta
disertación presento otra tríada con sendos elementos de la tauromaquia y que
son: El Rito, La Actualización y El Negocio. Entonces lo
que sigue tal vez nos ayude a todos los aficionados a compartir la visión de lo
que pasó en el regreso de los toros a La México.
EL RITO
Algunas especies de animales han
sido reconocidas y veneradas por etnias humanas como ancestros misteriosamente asignados
por los dioses. Así sobre los parajes del planeta viven pueblos que se
enorgullecen de tener como hilo de partida genética una Águila, otras habrán
descendido del León y la hay que se dicen descendientes del Oso, Tigre, Puma u
otros animales de rasgos también envidiables. Convencionalmente a menudo se le
da el nombre de Tótem a ese ser primigenio. Es pertinente anotar que los animales
que son reconocidos como ancestros formales de pueblos escogidos no son los
únicos que pasman a los humanos ya que existen otras faunas que también absorben
la veneración de muchos grupos que sin decirse sus descendientes les rinden respeto
por sus atributos.
Muchos pueblos llegaron a venerar
a Taurus como mito de fuerza, belleza y desborde genético. Sin reconocerlo como
su Tótem los varones y las doncellas lo admiraron al punto de considerarlo como
una ofrenda digna de los dioses y además contenedor de abundante sangre que al
derramarse purifica la pecaminosa naturaleza humana. Así es como se llega a
pensar que si se degollaba un toro sobre una reja de troncos tendida sobre un
hoyanco en cuyo fonde estaba el pecador, el escurrimiento sangriento lavaba las
culpas y reconciliaba al renacido con los dioses que cancelarían las ofensas al
recibir las carnes del toro en holocausto y renovaban así su complacencia con
el pecador tributario y recurrente. También se diseñaron danzas humanas incitando
y evitando las cornadas de Taurus con participación de doncellas y donceles que
afortunadamente quedaron grabadas en frisos, platones y cavernas de la antigüedad.
Habrá que irnos hasta allá. El
primer día los humanos ocu
paron los parajes que Alguien había asignado para que
los señorearan incluyendo sus tierras, aguas, flora y fauna. Y aconteció que al
paso de las eras planetarias los humanos aprendieron a convivir con multitud de
criaturas bajo las aguas, al fondo del cielo y sobre la tierra entre las cuales
destacó por su poderosa solemnidad el toro. Lo dominaron y convirtieron en
ofrenda propicia a las Alturas y al paso del tiempo se encarnaron en el misterioso
destino del toro que ellos mismos habían dado al animal. Y luego en algún
momento mágico -sin clarines ni parches- el varón y la doncella deciden llevar
más allá su propio asombro y lo convierten en valentía danzando y jugando
con el toro para después con el pecho henchido por la inminente muerte que
revolotea en las puntas elevadas participan peligrosamente en el ritual que
rinde la vida de Taurus a las Alturas. Los desafiantes se detienen en la
orillita del sacrificio y al término de la ceremonia que inician ambos sólo el
estupendo animal trasciende el rito y es llevado en solitario al misterio de su
muerte, de la muerte.
Aquí cabe una digresión toral:
Los dioses no exigen tributos a sus criaturas. Son éstas las que obsequiosas
rinden la pleitesía. Al menos tal ocurre en la Biblia en donde leemos que
fueron los humanos los que tomaron la decisión de colocar ofrendas a la
consideración de Jehová. En el Génesis son Caín y Abel -los primeros humanos- quienes
deciden por su cuenta hacer una ofrenda de agradecimiento a Jehová y
cada uno presenta lo que su laboriosidad genera. Caín el agricultor unos
vegetales. Abel el pastor una oveja robusta tatemada que elevó su aroma grato.
Jehová inconforme recrimina a Caín por su tributo y alaba a Abel por el suyo.
De ahí que Caín resentido se echa sobre su hermano Abel y lo mata.
Poner atención: Jehová no ha
pedido las ofrendas, se las han rendido espontáneamente y su preferencia por
una de ellas ocasiona el primer homicidio.
En la lectura muy recomendable y provechosa
de la Biblia encontramos posteriormente otros tipos de ofrendas a Las Alturas
que se basan en el agradecimiento, como es el de Caín y Abel asimismo se da el de
Noé cuando termina el diluvio. Otras ofrend
as todas ellas sacrificando animales
se rinden para suplicar favores, otras ya no gracias sino verdaderos milagros, algunas
se hacen para anticipar el perdón de inminentes pecados de la familia, etc.
Esto es, las ofrendas hacia las Alturas tienen varios propulsores y con el paso
del tiempo logran más fama las peticiones de perdón por pecados perpetrados dada
la imperfección humana. En pocas ocasiones la misma vida del pecador puede
ofrecerse para migrar a la dicha eterna. Pero los humanos prefieren
escabullirse y para no inmolarse ellos mismos por sus pecados cometidos, optan por
sacrificar a otras criaturas en su nombre y así lavan sus culpas sin pasar por
la pena de sufrirlas en cuerpo propio. Este recurso es el vicariato, es decir
que sean otros quienes tomen mi lugar.
Volvamos a lo nuestro.
Tal es el sacrificio de Taurus.
La Tauromaquia o Lucha con el Toro se nutre en los atavismos milenarios y nos
alcanza en este siglo XXI como la tradición de un sacrificio no tan visible que
recibe el impacto de los Usos y Costumbres de la modernidad y aunque la moda no
es tan atropellada para cambiar la tauromaquia como se manifiesta en el resto
de otras áreas si le ha impreso cambios. La coreografía e indumentos empleados sobre
la arena en este Siglo XXI pudiera desconcertar a un practicante de aquellos
tiempos en que se buscaba la ablución con sangre. Pero si ese viajero en el
tiempo observara una ¨corrida de toros¨ caería en cuenta entrecerrando los ojos
que debajo de lo novedoso persiste el antiguo rito. Y es que en la superficie la
nuestra es una fiesta donde según la mayoría de los comentaristas que
menosprecian la redención de los pecados se aplican más a tratar el solaz y
esparcimiento de los que pagan su entrada (que ya no van como pecaminosos en
búsqueda de perdón), y que son meros festejantes de feria que lo único que
buscan es distraerse un poco y también echar relajo.
No es así. Después de una tarde
taurina cuando se logra amalgamar el clamor popular con el arte del oficiante,
¿por qué los testigos salen de la plaza desahogados? Después del
cumplimiento de la estética evolución de la danza con que el diestro acompaña
los últimos minutos del toro, el pecho se les ha renovado y queda espacioso para
recibir el aburrimiento pecaminoso de los siguientes días hasta que llegue la otra
tarde y el otro desahogo. Por su parte muchos diestros en su interior desearían
morir sobre la arena, frente al toro. Deseo no siempre externado, que indica
que en el fondo del rito está agazapada la fascinación por la
muerte culminante. A muchos toreros les gustaría morir frente a
un toro; difícilmente este pensamiento pudiera considerarse como la fresa que
coronaría un divertimento; por el contrario, es el profundo meollo del rito de
la Tauromaquia.
LA ACTUALIZACIÓN
Es una perogrullada decir que al
pasar los siglos se van agregando usos y costumbres a las conductas humanas y
por supuesto ese el caso de la Tauromaquia. Pero hay que mencionar algunas
adherencias sufridas por nuestro arte taurino. La tauromaquia llega desde los
siglos pasados a nuestra circunstancia actual mezclando alguno de sus
componentes y conservando otros intactos.
La modificación más obvia que acusa es la de
la condición del toro bravo que ha sido traído de áreas agrestes a campos tranquilos
donde
se les alimenta y se evita la mezcla de su sangre brava con fluidos mansos.
Se antoja suponer que fueron las maniobras de los ganaderos, las talegas del
público aficionado y los paladares contemporáneos los principales modificadores
de la condición del toro actual. Hay otros muchos rasgos que al cambio del
tiempo han dado otro rostro a la Tauromaquia y que trataremos en su momento.
Por ejemplo. La
migración espacial del espectáculo -que llevó siglos- que en un principio se
realizaba sobre la plancha cuadrada de una plaza pública y que ahora se
disfruta dentro de una construcción circular más apropiada para el
testimonio visual y control de la chusma. La explanada pública diseñada para
las manifestaciones cívicas en veneración al monarca o en contra del tirano,
fue aprovechada por los cultivadores de la Tauromaquia. Para acomodar las
arremetidas de los toros y las escabullidas de los toreadores, el espacio tuvo que
acotarse con trancas, barrotes, rejas y tablones para efectuar la fiesta taurina
conteniendo a los mirones y dejando a otros quienes aprovecharon los balcones y
ventanas de los edificios adyacentes. Esta puesta en escena sobre la explanada
cívica fue obligada porque -diría el filósofo de Güémez- resultaba más fácil
traer el espectáculo a la ciudad que llevar a las multitudes al campo abierto a
que participaran del Rito. Esas condiciones transformadoras de la plancha urbana
hicieron inevitable el despeje inicial de los curiosos antes del evento sobre
la explanada. Fue una disposición indispensable en la plancha cívica donde los
curiosos, paseantes, rufianes y demás caterva eran un estorbo para que los
toros tuvieran más fijeza persecutoria en los atrevidos toreadores itinerantes
que en los oriundos irresponsables. Al paso del tiempo se vio la conveniencia
de edificar espacios apropiados para la coincidencia de humanos con fieras y se
pensó en recuperar la experiencia de las construcciones ovaladas romanas
donde los bestiarios y gladiadores además de luchar por sus vidas, lo hacían
circundados por muchedumbres frenéticas. Los imaginativos urbanistas empezaron
por ochavar las planchas cívicas para evitar los rincones propicios a
las querencias. De la construcción ochavada pasaron a pensar en la circular. Migraron
así del cuadrado cívico al círculo taurino que por cierto no se
vincula ni lejanamente con la famosa expresión inversa de encontrar la
cuadratura al círculo. Se ha conservado el término de Plaza de Toros
a una construcción circular u ovalada que con mayor pertinencia geométrica
también llaman ruedo, redondel, circo, embudo y hasta cono truncado invertido,
pero persiste la preferencia por decirle plaza y además de acuerdo con
el reglamento la siguen despejando, aunque el ruedo esté desolado.
Y luego
tendríamos el asunto de llamar corridas de toros a los rituales que
celebramos sobre el redondel arenoso. Las corridas fueron y
siguen siendo las estampidas con que la chusma compartía y comparte con los
animales el recorrido desde el desembarque hasta los patios en las que esperaba
Taurus el momento de la lidia. Esas estampidas de los toros desde el lugar de
la llegada a la ciudad hasta las corraletas donde los retenían antes del evento
eran de tal suerte desordenadas que muchos humanos llegaban primero que los
toros y éstos por su cuenta en su galope dejaban atrás a decenas de
trastabillantes etílicos. Eso era (es), correr los toros. Es una
corrida de toros que pocos hemos vivido y muchos menos participado.
Tenemos otros añadidos a la
tauromaquia algunos de los cuales fueron temporales y han desaparecido por la
despreocupación de una generación que no hizo la entrega a las siguientes que
por su parte no vieron la importancia en recibirlas y conservarlas. Otros rasgos
ya reposan en algún texto traspapelado y polvoriento. Por ejemplo, es conocido
el hecho que la actual muleta y su estaquillador y la función que los toreros
les dan en estos días fueron en su origen una banderola con varilla aprovechada
para ondearla e incitar al toro. Otro ejemplo sería la función que la esclavina
tiene en la confección de un capote. Un conocido narrador de lidias aceptó no
saber para qué servía la esclavina. Habría que
señalar que no es un apéndice útil, sino una reminiscencia del original capote.
No es adminículo que tenga uso para el quehacer taurino. El hecho es que los capotes
todavía abrigan a los humanos y los protege de lluvia o frio. Parte de ese indumento
es el refuerzo de la cobertura del cuello y hombros; asunto que se aclara si
alguien se echa a la espalda un capote de lidia y si le diera uso cotidiano percibirá
que la esclavina daría aún más protección a sus hombros. También el capote de
luces despliega una esclavina bordada algunas veces más amplia que la del
capote de brega. Ningún torero contemporáneo formal se atrevería a utilizar un
capote sin esclavina, aunque no pudiera justificar su presencia. Hablando del
capote de luces y su esclavina ornamental, El Pana algunas veces partió plaza
con un sarape de Saltillo (población del México norteño, sin vinculación con la
ganadería homónima), que en vez de esclavina lucía flecos blancos en sus
extremos. No ha cundido esta modalidad; que por cierto y hablando de impronta
de los tiempos, los sarapes de Saltillo que son cobertores de lana con franjas
multicolores son una aportación artesanal de los tlaxcaltecas, paisanos de El
Pana que fueron llevados en el inicio de la conquista española al norte del
país para apaciguar a los oriundos de las latitudes norteñas.
¡Al toro!
Después de milenios en los que se
ha actualizado el Rito el tiempo no lo ha hecho irreconocible. Hay componentes
rituales que permanecen sin ser carcomidos y que han llegado al Siglo XXI los que
en verdad deseamos que permanezcan para siempre: 1) El Sacrificio del Toro. 2)
La Exposición del oficiante al riesgo de muerte y 3) la Muchedumbre que parece
desapercibida que en el rito se encarna en el torero como su vicario para el
tributo a los dioses y lograr el consecuente perdón. A ver.
1) El
sacrificio del Toro.
Mantiene su importancia porque si
no llega a culminar con la muerte del toro, el Rito queda mocho y no se eleva ya
que el sacrificio carece del torrente de expiación. En nuestros días un toro
regresado vivo a las corraletas es el escarnio sufrido por el oficiante, pero
también un toro mal herido y tardo en su muerte sobre la arena aletarga la
gloria del torero y el desahogo de la muchedumbre. Aún en las llamadas corridas
incruentas (Portugal, Las Vegas), el toro ya toreado recibe la puntilla en las
corraletas sin tener que sobresaltar a quienes después disfrutarán la
hamburguesa o el rib eye. Pero de acuerdo con el Rito ha de morir a la vista de
todos o en la discreción de la corraleta. Pocas veces mejor empleado el
adjetivo de sepulcral para referirse al silencio multitudinario que
precede a la estocada que culmina la lidia de Taurus. Cuando el toro rueda
moribundo el público aplaude no por la alegría causada por su muerte sino por
la ofrenda que significa su vida al misterio del más allá. En el Rito Taurómaco
la sangre es necesaria para limpiar pecados. El toro no lleva delito alguno, no
es culpable de falta alguna, pero en sus entrañas fluye la sangre brava que
lava los pecados de quien como vicario de los observadores lo torea y la derrama
para el acto colectivo de expiación. La necesidad atávica de verter sangre para
cumplimentar el Rito se percibe aún en la actual suerte de varas. En ésta, el
picador (que antaño era el protagonista del evento), provoca el derrame sanguíneo
que cumpliría con el Rito, aunque en los tiempos actuales dicen que
sangran al toro para ahormar la embestida como si la mayoría de las
ganaderías actuales necesitaran de la pica (más agresiva en México), para que
sus pupilos ataquen noblemente. Pocos han caído en cuenta que la llamada ahormada
del toro es más asunto perpetrado años antes en las dehesas que salido de los
flancos de la montura acorazada la tarde del ritual.
A menudo se olvida que en el
actual ritual taurino los asistentes durante siglos han sido y siguen siendo observadores
participantes que es la explicación de por qué el clamor que provoca el
éxito del torero es un desahogo multitudinario de cargas acumuladas y la
expiación de la culpa de masas que provoca lo bien hecho por el diestro. Son observadores
participantes integrados emocionalmente al espectáculo. Comparten el
éxtasis que logra el oficiante mismo cuando ejecuta los lances y pases y los esculpe
con emoción estética. ¡Que exaltación nos inflama el pecho cuando el oficiante
acompasa la embestida baja que es el intento del toro para levantar el engaño y
tasajearlo en lo alto con los cuernos poderosos! En esos instantes el diestro templa su arte
humano con la bravura animal y pone esa unión al servicio de la estética. Hay
que decir que no sólo lo bien logrado con acuerdo a la liturgia taurina genera
el desbordamiento multitudinario de culpas, ya que las algaradas por su propio
derecho también son desahogos que vienen desde los tendidos: las broncas con
cojinizas también son taurinas. A falta del exuberante éxito taurino nuestras
almas también se liberan cuando el ritual simplemente se cumple con escrupulosidad
porque sólo así se guarda el equilibrio necesario del universo. Por eso el meticuloso
orden de los momentos de la liturgia taurina no debe trastocarse ya que sería
más que un insulto y herejía un verdadero atentado al orden planetario. El
caminar del tiempo, sin embargo, opera insaciablemente y labra toda creación
humana con cambios sutiles y al final de los siglos las criaturas tienen frente
a sí algo parecido a la idea original de sus ancestros. Algunos pueblos
taurinos ya tienen descartada la muerte del toro como el momento ritual culmen
y por lo tanto la fiesta, su fiesta está trunca y no llega íntegra a sus días porque
todos los toros se van vivos.
2) La exposición
del oficiante al riesgo de la muerte.
Los gritos de
los asistentes alentando al torero a que sea valiente, que no le saque (el
cuerpo al recorrido del cuerno), que le entre (a la dirección de la embestida),
que le atore (se atraviese al viaje), que se plante (como árbol fijo). Nos
parece que, si el toro no se siente desafiado por la lejanía del torero, no
tiene por qué atacar. Entonces los gritos más que insultos a un trémulo oficiante
son en el fondo reclamos de quienes que necesitan desahogos y que al no embestir
el toro el torero no arriesga la vida en su nombre y la multitud no
podrá limpiar su alma. Por eso urgen que el torero juegue con la muerte que
juegue con su vida porque necesitan desbordar sus culpas y si el torero ¨le
saca¨ se quedarán con ellas. Conviene aquí mencionar que los llamados terrenos
del toro esos que hay que pisarles para que embista, también pueden entenderse
como el espacio territorial que los vivientes tienen y que es un espacio de
diferente superficie dentro del cual aceptan, rechazan o atacan a los intrusos.
Dentro de ese territorio los vivientes permiten sin sobresalto que deambulen
los de su especie. Pero si un intruso hombre o bestia ajena se adentra en ese
espacio que tienen reservado para los de su especie responden huyendo o
atacando. De la misma manera sobre la arena cada el toro domina un espacio
vital en donde no acepta intrusos y por eso ataca o huye –si es manso--.
Entonces cuando los aficionados azuzamos al torero a que provoque la embestida,
estamos incitándole a que invada con elegancia el dominio territorial de
la bestia metiendo el engaño suavemente —no sacudiéndole-- en su espacio vital para
incitarla y así cuando se dé el ataque lo suavice con el temple indispensable para
generar la emoción estética. De llegar a ligar varios pases sin tener que
volver a sacarlo de su espacio vital, tendríamos el acabose. Esa coreografía
don de pocos para emocionar a muchos tiene que escenificarse cerca del riesgo
de muerte. Sólo así el desafío mortal del oficiante permite la experiencia
cabal del vaho de la muerte y la emoción estética de la vida frágil. El capote
o la muleta en cualquier momento pueden convertirse en mortaja.
3)
La muchedumbre y su vicario.
En casi todos los deportes el
protagonista es acompañado por la muchedumbre situada sobre los graderíos que
se vincula emocionalmente en el ejercicio. Las excepciones notables serían las pruebas
ultra maratónicas terrestres, acuáticas o sobre la nieve o dentro de las nubes en
cuyos desarrollos resulta imposible el acompañamiento físico de los
aficionados. Claro el recurso televisual nos permite acompañar a los atletas entre
las nubes y hasta en la oscuridad abisal, pero el caso es que la relación de
los que atestiguan y entran en comunión con los héroes no es la misma si cada
uno prefiere arrellanarse frente a la pantalla domiciliaria o disolverse en los
estadios vociferando a pleno pulmón en apoyo o protesta del desempeño del
vicario que lleva la carga emocional de la multitud. Recordemos que la
Tauromaquia no es deporte.
El sacrificio de Taurus es
necesario para la descarga emocional de los practicantes. Mientras llega la
culminación mortal, el torero escenifica con él frente a la muchedumbre un pas
de deux en el que parece que la Parca traza su espiral dentro del coso
esperando un pas faux para elevarse con la vida del oficiante y no la de
la bestia cuyo paso al misterio es el acto final marcado por la liturgia en
esos veinte minutos que lleva siglos transcurriendo.
Cherche la femme Esta
expresión era (tal vez lo siga siendo), muy frecuente en la literatura
detectivesca francesa en que para desentrañar cualquier caso policiaco debería
empezarse con la búsqueda de La Mujer cuyos encantos pocas veces
inocentes estaban casi siempre en la clave de la intriga. Pudiéramos actualizar
ese imperativo --que en la actual circunstancia social se describiría como
misógino--, para calibrar la evolución que ha tenido Ella en la Tauromaquia.
El acompañamiento femenino en los
toros empezó con las doncellas insinuantes frente a Taurus, luego por
asociación necesaria de Taurus con la agricultura las mujeres atendiendo otros quehaceres
no convivieron con el cambio gradual del evento que se convirtió finalmente en faena
varonil y al paso de las evoluciones siderales fueron quedando cada vez más
alejadas de su confección. Los hombres, a caballo y a pie --caballeros y peones--añadieron
con el tiempo más rasgos a la Fiesta sin que llegaran los aportes que pudieron
dar las mujeres de haber permanecido junto a la evolución del ritual.
¨Si la mula dice no paso y la
mujer me caso, la mula pasa y la mujer se casa¨ Esta conseja que no todos consideran
misógina –y sin duda lo es—viene al caso porque la literatura taurina añeja registra
en muchas páginas la resistencia de muchos a que toreen las mujeres y cuando
algunas toreras lograban pisar la arena trataban el hecho como curiosidad, en
el mejor de los casos y como una abierta herejía y en otros casos hasta la
denigraban como desbarajuste hormonal. Por fortuna la perseverancia femenina triunfó
y hace tiempo que se les otorgan Alternativas y se les asignan Fechas; ambos
eventos con cuentagotas. Uno de los indicadores más estratégicos para evaluar
la democratización de una sociedad es la cifra de la participación femenina en
el campo abierto social fuera del enclave doméstico. En la Tauromaquia la
presencia de las mujeres es minúscula y parece estática. Pero Habemus Toreras. Aunque
no tantas como correspondería a la mitad de la población de las ocho repúblicas
que legalmente realizan rituales taurinos. Es decepcionante la lentitud con que
algunos componentes democráticos se incorporan a la Tauromaquia. Pero ¨ái la
llevamos¨
EL NEGOCIO
¿Quiénes hicieron la proeza de
regresar los toros a La México?
Fueron varios grupos los que lograron
la reapertura de la Plaza México. Los grupos de presión taurina que alcanzamos
a percibir registraron distintos pesos en la báscula que marcó el regreso. Nos
atrevemos a ordenar esos grupos por su importancia. Tal vez el conglomerado
determinante para el retorno de los óles, es el que ocupa los tendidos de Villa
Melón. Habría que señalar que ese colectivo no está consciente de
su fantástico poder, --como la nínfula de Nabokov—bien sabemos que ellos son
los principales apoyos de la fiesta y aunque ellos mismos lo ignoran los
señores comerciantes bien que lo registran en sus cuentas. Queremos decir que
los comercializadores del espectáculo que le echaron los kilos determinantes a
la báscula lo hicieron viendo de reojo a los tendidos. Y para bien de la
Fiesta --los que viven de ella y los que sólo la disfrutamos-- primero
los villamelones.
Existe otro grupo de alta presión.
Es un grupo más consolidado. Es el de los comercializadores. Fueron ellos
quienes sin perder de vista a los villamelones astutamente combinaron la figura
legal del Apartado con el modelo del Abono para erigir un nuevo
mecanismo que se emparenta con un atraco
en despoblado porque mantuvieron
pegándola como chicle bajo la silla, La Reventa Programada que lleva
siglos. Por si fuera poco, el boleto trae una afrenta impresa que la maquillan
como Pago de Servicio. Apartado, Abono, Reventa, Servicio y Esquilmos. Ese
fue el principal negocio. Escuchamos lloriqueos de aficionados que sintieron el
abuso y que entre lágrimas y quejas compraron sus entradas. Los que interrogué
me dijeron que después de todo, que bueno que habían vuelto los toros. A ellos los
resignados y a los que quedaron inconformes les he de recordar irreverentemente
que Jesucristo se compadeció de ladrones, traidores, asesinos, prostitutas, apedreadores
de coquetas, pero cuando le tocó lidiar con comerciantes les soltó algunos chicotazos.
Lo menciono con todo respeto, como está de moda decir.
Fue el aguijón de esa pingüe ganancia
que les picoteó en las costillas a los interesados para desplegar la batalla
contra los textos legales mal redactados y peor fundados a escudriñar encierros,
a buscar entre los diestros anhelantes, someterse a los mandones. Una
escaramuza que ganaron al menos momentáneamente. Faltaría agregar el revoloteo
de comerciantes que se complacen con el doble costo de la renta de cojines
voladores que tiene dos versiones: el costo
impreso en la lona y el reclamado por el afanoso comerciante que hasta vende
los programas que fueron impresos para su distribución gratuita. El cuidador de
autos que permite que permanezcan en lugares públicos por un moche.
Por supuesto que hay buhoneros nobles que cumplen con su honesto quehacer, pero
son los menos.
Otro grupo influyente -que
no alcanzó a ser determinante- es el de los diletantes taurinos, que durante la
veda y también durante las temporadas normales, dictaminan sobre la tradición
milenaria. En esta sequía fueron quienes atendieron con sabrosura, aunque no
siempre juiciosamente la importancia de la tauromaquia con micrófonos, teclados
cibernéticos, sobre mesas de conferencias, comilonas, lugares comunes y en
distintos ámbitos de la chorcha taurina.
Bueno. Una vez intentada y tal
vez lograda la explicación del El Rito, El Negocio
y El Espectáculo vinculada a la Tauromaquia podríamos proponer un juego para
explicarnos lo acontecido y eventualmente entender el significado de El Regreso
de la Fiesta. ¿Usted como empezaría a comentar el retorno de la Fiesta? ¿Qué le
llamó más la atención?...
Pero antes de que conteste
permítame dar el acceso a una autora aparentemente ajena a la Tauromaquia y
cuya genialidad consiste en ligar las matemáticas con la literatura y otras
artes. Sarah Hart es una matemática geómetra sobresaliente que en su libro Once
Upon a Prime dedica su genial don a recorrer muchas vinculaciones que han
sido descubiertas por genios matemáticos, y literarios, así como pintores. El
hecho que nosotros propongamos el triángulo El Rito, El Negocio
y El Espectáculo para analizar y entender nuestra afición y que resulta ser
una construcción geométrica nos hace quedar en el dominio conceptual de Sarah
Hart. En el anterior párrafo hago la proposición central de mi disertación y
que es proponer El Rito, El Espectáculo y El Negocio como
las querencias que acotan a La Fiesta de la Tauromaquia. Considerando las distintas
permutas que se originan con este trio, --tenemos que decidir con cuál de los
tres términos empezaríamos a comentar lo visto. Hay seis secuencias para
disertar alguna de las cuales nos cuadra mejor. ¿Cómo empezamos? Piense en cómo
le empezaría a contarle a un amigo lo que Usted vio en el serial taurino.
1a) El Rito.
La Actualización. El Negocio.
2ª) El Rito.
El Negocio. La Actualización.
3ª) La Actualización.
El Rito. El Negocio
4ª) La Actualización.
El Negocio. El Rito.
5ª) El
Negocio. La Actualización. El Rito
6ª) El Negocio. El
Rito. La Actualización.
(El autor con la Matadora mexicana Hilda Tenorio)
Si opta por la primera secuencia:
¨Ya necesitaba estar en la plaza llena con la gente alborotada. (Rito). No
me gustó que el torero de más alterativa no haya confirmado, debió hacerlo. Los
toros apenas cumplieron. (Actualización) Pero se mandaron con los
precios. (Negocio). ¨
O la sexta secuencia: ¨ ¡Esos
precios, luego salen en las Mañaneras de que no hay inflación! (Negocio).
Ver el despeje y el paseíllo, eso vale la entrada. (Rito). Debieron
darles mejor fecha a las toreras. (Actualización)¨.
En el caso de la cuarta
secuencia: ¨Me gustó que la sinfónica estuviera en el ruedo. (Actualización).
Bonita la plaza llena. ¿Cuántos millones
habrán ganado? (Negocio). Ya no deberían matar a los toros, ya ven, a la
torera se le fue vivo uno, se me hace que ella no lo quería matar. (Rito)¨
Etc.
Por último, lectores
sobrevivientes: si añadimos en nuestras seis permutas Me gustó, No me gustó,
en cada uno de los vértices, las posibles conversaciones se elevan (me dice mi
consultor aritmético) a 48, casi a medio centenar, y si ustedes los aficionados
osan armar tamaño bodrio podrían colmar los días necesarios hasta que volvieran
a sonar los parches y bronces taurinos.
FIN