lunes, 12 de agosto de 2013

LOS MILAGROS DE LA HISTORIA




PITÓN DERECHO Alucinado por las pinturas rupestres el arqueólogo observa con lupa la sorprendente fidelidad artística que permite identificar miles de años después caballos, bisontes, uros,  antílopes y animales acuáticos. Pero cuando el mismo escrutador analiza las representaciones de humanos, en esas y otras paredes y cuevas, dictamina que las vagas similitudes que guardan con el cuerpo humano, corresponden a una especie de grafiti rupestre. 

PITÓN IZQUIERDO Pero, ¿Por qué no concede que la oxiblepsia de la que hace gala el artista cavernícola al dibujar la fauna de su época, no la tenga al momento de reproducir las fachas de sus coetáneos humanos? Al no encontrar ¨el parecido¨ de aquel  cuerpo humano con el actual, aunque sí la justa correspondencia de aquella fauna con la contemporánea, en su turno el  antropólogo físico forense diagnostica que aquellos pintores, cuando tenían el cuerpo humano frente empezaban a visear y no acepta por nada del mundo que pudiera ser un modelo distinto del que ahora posa para Ron Mueck. 

PITÓN DERECHO La conclusión académica entregada es que los artistas rupestres podían representar muy bien a la fauna sin problema alguno, pero que padecían parablepsia al intentar trazar sobre la roca la figura humana a la que, sin motivo aparente, le adosan antenas, burbujas y estrambóticas proporciones. 

PITÓN IZQUIERDO Algo parecido sufren ciertos historiadores taurinos.

PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ  La Tauromaquia de Goya, aquel genio que no quería pintar ojos, sino miradas (y que lo logró), incluye grabados en los que aparecen moros con indumentos de la época, lidiando toros. Pero eso no es sino simple imaginación del pintor dice el historiador, porque la tauromaquia es española, sin aportes o influencias árabes o bereberes; Goya se pasó cuando pintó moros toreando. Goya también pintó humanos aleteando con alas de murciélago accionando cuerdas. Sí, sí, Las Ventas son de estilo mudéjar, pero es simplemente otra incongruencia. Órale.

PITÓN DERECHO También, el hiperrealismo  histórico --- si se nos permite arroparlo con el neologismo-- de Goya y Lucientes que nos estremece con los fusilamientos de principios del siglo XIX, el juego diáfano de la luz en el parasol de una Maja y la suntuosa blancura de aquella casquivana de alta alcurnia, fracasa al poner moros toreando. 

PITÓN DERECHO, OTRA VEZ Pero la retentiva goyesca no se ajusta a la vocación carpetovetónica que nos dice que durante ocho siglos, a los invadidos e invasores de la Iberia, teniendo capas sobre los hombros y toros sobre las colinas, no se les ocurrió torear. Pero en cuanto ya no hubo moros en la costa, libre el horizonte de árabes y bereberes, desplegaron capas, tocaron a los toros y empezó la tauromaquia. Pero no contaban con las placas y aguafuertes del taller de Goya. Por cierto en la veintena de grabados que el mismo Goya nombró Los Disparates, no aparece ninguno de incongruencia histórica; se trata de ocurrencias fantásticas. Nada que ponga en entre dicho la verosimilitud de los moros toreando. 

PITÓN IZQUIERDO En cambio, aquí en la Nueva España, los que siglos después devinimos en poncianistas, tuvimos mejor suerte: a menos de una década de la conquista, los nativos conquistados (antepasados nuestros) y los conquistadores (ídem), empezaron a lancear y capotear toros importados de Navarra. Órale.

PITÓN DERECHO Aunque la misma ingeniería de las ¨plazas¨ de toros actuales semeja mucho más a la de los circos romanos que a las trazas cívicas de donde les viene el nombre, los antecedentes son otros. Nos recuerda el historiador que en Termes, Soria, existen vestigios celtíberos de un redondel que es indicio suficiente para postular que las plazas actuales son  variantes de la de Termes. 

PITÓN IZQUIERDO ¿Y eso, qué? Pues no sabemos qué  hacer con la evidencia histórica de la ocupación de Iberia por los románicos. Esto es,  desde 2 siglos antes y 5 después de Cristo, la presencia física y cultural de los romanos dejó su impronta en torres, castillos, acueductos, anfiteatros, arcadas, carreteras, pórticos, iglesias, fuentes, además del latín y las leyes. Pero resulta que los constructores de las ¨plazas¨ de toros no tomaron como referencia los anfiteatros que tuvieron en uso más de quinientos años y menos aún los circos romanos, lizas de los gladiadores y bestiarios, para diseñar la primera de las plazas circulares, en el siglo XVII y decidieron mejor echar las miradas a los celtíberos de Termes. 

MIRANDO A LOS TENDIDOS  En el Museo Thyssen—Bornemisza, en 
Madrid, hay una pintura de Derrick Baegert, pintor del Bajo Rin, titulada Santa Verónica y un Grupo de Caballeros, aquella mostrándoles el Rostro Sagrado en lo que parece ser el inicio del pase que Paquiro describe fielmente en su Tauromaquia siglos después y que por supuesto,  lo llama verónica, sin mencionar a Baegert.  

REPONIENDO TERRENO Por convencional que nos pudiera parecer esta historia monolítica española del fenómeno taurino, tenemos que reconocer que hay otro tipo de episodios que documentarían milagros similares. Los creacionistas que ven con naturalidad los milagros, preguntan ¿De dónde entresacó Pachebel las notas de su Cannon 5? ¿Dónde estaba el cálculo integral antes de explotar, casi simultáneamente, en los cerebros de Liebnitz y de Newton? ¿Dónde reposaba el Concierto de Aranjuez antes de que Joaquín Rodrigo lo sintiera retumbar en su cabeza? Etc.

RECORTE Esos son milagros personales, pero también los hay colectivos, ¿Dónde se redactaron las palabras antes de ser amasadas en idiomas por las naciones? ¿Dónde laten los milagros de los toreros antes de aparecer en sus lances de capa y muleta?