sábado, 21 de marzo de 2009

MARIA Y LOS 2 M

MARÍA, MANOLETE Y MANOLO MARTINEZ.

(2 de agosto 2005)
En mi envío del 30 de agosto del pasado año, recordé a María Félix y cómo había marcado una tarde de toros de un niño que no vio ni a Silverio ni a Manolete, sólo a ella. Después, por lecturas supe de la trascendencia taurina de tal fecha. La corrida sí tuve que conocerla por libros. Pero el recuerdo de su traje color rosa pálido, en esa tarde de toros, su cabellera de hipérbole y su barbilla de chabacano y su rostro dentro de la camioneta rodeada de pueblo, no la he tenido que rescatar de ninguna fuente. Murió ya vieja. Alguna pócima misteriosa es vertida por la muerte sobre los maltratos de la edad. Ahora ya muerta María vuelve a ser la de aquel entonces. La del momento pleno. La muerte va borrando la imagen añosa de sus últimos tiempos y dibuja su apogeo de hace más de 50 años. No fue buena actriz. Nunca fue simpática. No era ingeniosa. Tenía manos de maquinista. Afortunadamente cuando la obra de arte es perfecta, tolera defectos.

Voy a dejarla un rato, pero luego vuelvo.

Para aquellos lectores que no se han metido en el ambiente de la fiesta brava, habrá que decirles que es frecuente que los aficionados declaren tener su torero. Así dicen: mi torero es Fulano de Tal. .Esto significa que para el admirador ese torero es causa de su afición y muchas veces cuando se retira el torero, o muere, el aficionado no vuelve a aparecer en la plaza. Claro, hay aficionados que tienen el gusto muy variadito y se vuelan con la mayoría de los diestros y nunca extrañan a ninguno que se haya retirado o muerto. A todos les encuentran algún capotazo plausible. Pero hay una medida para esa admiración monolítica, esa que se siente por algún torero y es sencilla: Suele suceder que uno al defender a su torero de las comparaciones inevitables, pierde la compostura y termina siendo un bravucón callejero.
Entre los taurinos de Mexicali están dos hermanos gemelos: los Rincón del Ángel. Con los dos se puede platicar de toros. Con mucha frecuencia sus amistades tomaban a uno por el otro, porque eran parecidísimos. (Yo era más amigo del que se parecía más; eso me ponía salvo de la confusión). En un viaje aéreo uno de los dos estaba a mi lado. Le pregunté quién era su torero.

Intercambié confesiones con Rincón del Ángel: su torero era Alfredo Leal. El mío Manolo Martínez. Sí, ese del gran capote, el Manolo Telones, el de la muleta desproporcionada, el que toreaba con el pico. El que no daba gusto al capricho del vulgo. (Pero cuando la obra de arte es perfecta, tolera defectos.) El Manolo de las verónicas interminables, el de los naturales de frente, el de las chicuelinas que nacían templadas y se replegaban en el segundo tiempo y morían durante la cadena perpetua de ritmo y suavidad, que duraba 3 segundos. Ese era mi torero. Manolo y ya, como el pase del desdén. No banderilleaba, mataba mal, era sangrón, no era pinturero, ni alegre. Nunca mendigó oreja alguna. Era el mejor.

Cuando se retiró la primera vez, en el 30 de mayo de 1982, se encerró con 6 toros en la Monumental México. El ganadero Quico Santana me obsequió un boleto en el segundo tendido, 16ª fila. Era una proeza conseguir entradas. La Monumental México despedía a su torero. La corrida se esfumó entre la gritería de quienes creían ver por última vez a Manolo. Antes de la salida del enésimo toro, algún murmullo me hizo volver la vista. Atrás, arriba en un palco la belleza reclamaba el tributo del público: María Félix presidía el anochecer taurino.

Un pariente lejano del arrobamiento de hacía 36 años, me asedió. Aquella vez vestida de rosa pálido, ahora una cinta sobre su frente y ella centrada en el palco oscuro que le servía de estuche.

A su último toro, TODA UNA ÉPOCA, Manolo Martínez le cortó el rabo. Fue al único de la tarde que le dio chicuelinas. El público lo acompañó alborotado y lo tragó en su última vuelta al ruedo. Mi torero se estaba despidiendo a lo grande. Atrás de mí, sin embargo sentía el peso de María Félix. Hermosa. Callada e imperturbable. No me molesté en ver a su compañía. Era ella y ya. Curioso: las dos veces que la vi, fue en una corrida memorable. Aquella vez Manolete y Silverio. La última con Manolo Martínez.

Por supuesto que me trastabilla la imaginación la belleza de Greta, Ingrid, Michelle. Y aquellos naturales increíbles de El Pana cerca de querencia en Calafia. La media trinchera seguida por un forzado de El Juli, bajo el aguacero en Sevilla. Las evoluciones de Luis Fernando Sánchez en una temporada rarísima en Ensenada, en 1988. El batallar sabio y furioso de Mariano ante las puñaladas de un morlaco en la México, la parsimonia de José Tomás en la mejor faena del 2001, de la México. Rosana Podestá , Claudia Cardinale, Natassia Kinski. Claro, pero ¿tiene sentido seguir? Manolo, María y ya.

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El Juli como nunca

EL JULI COMO NUNCA; LA MUCHEDUMBRE COMO SIEMPRE. (5 de mayo de 2002)

Si alguna vez El Juli toreó como el domingo, sólo él pudiera decirlo o su padre o Ricardo Torres III usual espectador de sus tardes. Qué forma de entender al segundo de su lote, Almirante, negro listón y vuelto. Al ver que cabeceaba al final del lance hacia el lado derecho, entonces decidió torearlo por el izquierdo con serenidad, lentitud y temple, tanto en los naturales como en los remates. Cuando el toro, el público, el torero y la tarde se habían cebado en el festín de izquierdas, después de una de tantas series El Juli se puso la muleta a la derecha...arriesgando la faena para torear por el lado peligroso. Maestro, si ya tenía en la izquierda al toro, al público, al arte; ¿Para qué tomar un riesgo innecesario?

Pero se trataba de El Juli.

Se acercó a Almirante. Lo incitó y el Barralva acudió con lentitud. El primer tiempo del primer pase fue de tanteo, el segundo de temple y el tercero de mando ¡En un solo pase tantea, templa y manda! Y eso que era el primer pase por el lado peligroso. El riesgo de un derrote no desaparece nunca, ni en ese toro ni en ningún otro. Pero ese ejemplar de Barralva ya no punteaba por la derecha como lo había hecho cinco minutos antes. ¡El Juli le había corregido la embestida derecha, suavizándole el cuerno derecho, toreándolo momentos antes por el izquierdo! Alguna vez leí que esa misma proeza la había descubierto Pepe Alameda de la lidia que Manolete dio a Espinoso de Torrecilla, en una tarde de nostálgicos daños colaterales para este aficionado. Pues bien, El Juli había corregido con la izquierda la embestida derecha del Barralva. Ya con la diestra armada, dos veces dio la dosantina y en una de ellas no deshizo el arco de tan expuesto pase circular, con el forzado sino que, con el vuelo final de la franela, alcanzó a añadir otro media trinchera. Esos momentos duraron una eternidad. Ya en los quites con ese mismo toro El Juli había dado las verónicas más detenidas en el tiempo con el temple más lento e interminable que hemos visto en años.

El Juli, en esa tarde, fue el arte.

Uno ve el arte del toreo cuando El Juli torea. El arte nos hace olvidar la personalidad de El Juli. Cuando Manolo estaba en Manolo, uno nunca lo dejaba de ver; ahora cuando El Juli torea si dejo ver a El Juli. Las tardes en que Manolo brillaba, era Manolo. Cuando brilla El Juli, es el arte. Diré yo, y aquí tal vez nadie me acompañe, que Manolo era la personalidad pasmosa que hacía arte. El Juli nos hace sentir que el arte taurino no tiene autor, o no lo necesita porque aparece como milagro donde se congracian sedas, cuernos, vuelos y embestidas. ¡Que hermosura de tarde! Las Hijas de Tijuana florecían en aplausos y sonrisas mientras que El Juli llenaba el ruedo con su arte. Después de descabellar en el segundo, muchos pedimos la oreja, pero algunos atolondrados muy ruidosos impidieron el corte y hasta la vuelta al ruedo. A pesar de los fallidos intentos de muerte, merecía apéndices. Fue el triunfador de esa tarde y dudo que alguien pudiera hacerlo a un lado, en esta temporada, o en otras, y asentar otra obra taurina como la que El Juli hizo con Almirante, negro listón y vuelto, en Tijuana, México, el 5 de mayo del 2002. La mayoría de los asistentes salió creyendo que todavía El Juli debía algo y que ella resultaba ser la acreedora. ¿Y Barralva? ¿Porqué mandan a Tijuana a los vástagos menores de tan reconocida ganadería? Los toros de Barralva salieron bravos aunque con cornamenta destartalada, tumbaron caballos, embistieron en barrera de matadores, algunos fueron picados de más. Aunque hay que decirlo, las graderías casi siempre creen que se pica de más y se lo hacen sentir con abucheos al montado. El Miura II tocó tierra y la plebe lo celebró, porque como siempre, dictamina que los picadores se mandan solos, así que esos percances peligrosos lo toman como una especie de justicia taurina. Los montados son los truhanes favoritos de los silbidos, aquí y en cualquier otra plaza de toros. ¿Por qué el respetable no silba cuando ninguno de los animales ocupa el lado de los círculos que les corresponde? Algún aficionado le bajó elogios a la tarde juliana diciendo que en la México, no hubieran permitido tamaños toritos. No me diga que en Tijuana los aficionados no premiaron a El Juli por el tamaño de los toros. Fue porque no mató a la primera. Querían que matara como el otro torero que tumbó a uno de sus toros con un deficientísimo pulmonazo que produjo una hemorragia que, en cualquier plaza con un juez más exigente, le hubieran descontado cualquier mérito previo. Con decirles que tuvieron que llevarse la morcilla en carretilla. Nos quedamos con la opinión del Ingeniero Carlos García Aranda, “El Tigre” que se dolió del predominio del alborozo villamelón en la concesión de trofeos.

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Cornada Mortal

EL MIEDO A LA VIDA FUERA DEL RUEDO

Recientemente casi al término de la suerte del volapié, el matador Cavazos no pudo vaciar al toro y se recostó en la cuna hecha por los cuernos y el animal, herido de muerte pero todavía con fuerza en el cuello musculoso, con un movimiento de pala, elevó al diestro y lo hizo volar desde su testuz hasta el rabo. El matador dio de cabeza en la arena. La pesada caída sugirió una fractura de vértebras cervicales. Las asistencias capotearon y alejaron al animal de su matador. Éste quedó desmadejado y fue sacado por sus peones rumbo a la enfermería. Ahí, una vez aplicados los atenciones de emergencia le colocaron una collera para quitarle presión al cuello lastimado. Afortunadamente se recuperará con el tiempo.

En 1985 El Yiyo Cubero murió en circunstancias similares: después de estoquear mortalmente al toro, le perdió la vista y con una embestida agónica el toro lo derribó. Ahí, sobre la arena, le encajó el cuerno en el tórax y corazón, lo desprendió del piso y en un episodio patético lo levantó con facilidad y luego de haberlo dejado de pie, desenvainó el cuerno. Todavía dio traspiés el desgraciado artista, pero a los pocos pasos cayó para no levantarse más.

Recientemente en Calafia casi se dio un caso que desmentiría eso de que el toro muerto ya no produce daño. El cuadrillero Feliciano Castellano, quien suele hacer la suerte de la brincolina (por cierto, invento de Román López), cuando arrastran al toro rumbo al destazadero, casi era cornado por un toro muerto.

Sucedió así: La cuadrilla de caballos galopantes arrastraba al toro muerto y el guía Feliciano, obligado a correr a la misma velocidad, usualmente aprovecha el momento para divertir a la afición brincando la cadena lateralmente. Es un numerito que le ha salido varias veces. Pues bien nuestro amigo, llevando las riendas corría divirtiéndonos con la brincolina, como es su costumbre, pero dio un traspiés y por poco termina en el suelo. En ese caso el toro, que venía siendo remolcado a unos diez kilómetros por hora, le hubiera metido el cuerno en el cuerpo porque el cuadrillero hubiera caído precisamente en el camino del arrastre mortal. Poco más y aparece en el anecdotario de Calafia, como uno que, no siendo torero, resulta herido por un toro de lidia que además, estaba muerto.

En la última corrida del año, durante el mano a mano Zotoluco–Barrera, el toro Contador que le correspondía al español, hizo lo necesario para que el picador Bonilla pasara al anecdotario de Calafia, pues lo derribó tres veces. Dos de ellas, con todo y caballo, y la intermedia, cuando el del castoreño trataba de montar. Un empujón inesperado aventó al jamelgo en contra del picador cuando éste trabajosamente abordaba el caballo. Rodó por segunda vez al suelo. Posteriormente pudo montar, pero el toro, bravo como los de Chafic acostumbran ser, lo abatió de nuevo. Tres y van cero.

Un caso que terminó en tragedia fue el del francés que toreó varias veces en Calafia, Nimeño II. Como recordarán los aficionados este torero sufrió una fractura de columna en una corrida de toros, me parece que en España y quedó paralizado de la cintura para abajo. Estuvo en penosa silla de ruedas algunos meses y luego, el hombre que se jugó la vida valientemente en todas las plazas del mundo taurino, sin haber dado muestras de pavor cuando caminaba ante los toros, tuvo miedo de llevar una vida flácida y se dio un escopetazo.

Uno de nuestros escritores Jaime Torres Bodet, que por cierto se suicidó, dijo ( y cito de memoria): ¿Es el suicida un cobarde que tiene un momento de valor, para quitarse la vida? o ¿ Es el suicida un valiente que tiene un momento de cobardía?

Nimeño II se suicidó con volándose la cara porque tuvo miedo de la vida de inválido. También Juan Belmonte, cuyo personalidad nos obliga a hablar de una forma de torear antes de Belmonte y otra después de Belmonte, se suicidó por desprecio o temor a una vida incierta. En estos casos, ambos dieron muestra de valentía frente a los toros, pero cuando se suicidaron ¿Tuvieron un momento de cobardía frente a una vida insulsa ?

La invalidez, como consecuencia de un percance frente al toro, es una amenaza real que enfrenta cualquier torero. Si los toreros que se retiran, como dice Conchita Cintrón, vuelven porque extrañan el miedo, ¿Los toreros inválidos que lo hicieron, se suicidaron por lo mismo?

Dice Albert Camus que el suicidio es realmente el único acto de libre albedrío que tiene el hombre. Entonces, quien se suicida no huye de nada, sino que busca librarse de todo.


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Fiereza y arte

¿Trascender o sobrevivir?
¿Presagio o augurio?

Los dos tipos de toros que ha producido la genética que aplican los ganaderos de toros bravos, son tipos que, finalmente, permiten determinadas formas de torearlos.

Un toro noble y predecible en sus acometidas, como el que quieren lograr, y en muchos casos lo han hecho, el clima, los ganaderos y el gusto del público mexicanos, permite que el torero sobreponga al miedo inevitable, su afán por hacer arte y trascender esos veinte minutos, extendiendo la emoción estética de largas tandas de pases, en los que el se envuelve con el toro, al resto del público que espera ese desempeño. Porque así como el toro mexicano está criado para dejarse torear largamente, el público mexicano está formado por generaciones de aficionados cuya retina ha sido educada para apreciar al torero sin reparar mucho en las condiciones que impone el toro. Esto es, se fija primero en la artesanía y luego en el material con la que se hace.

Un toro fiero y aleatorio en sus acometidas, como el que quieren lograr, y en muchos casos lo han hecho, el clima, los ganaderos y el público españoles, permite que el torero sobreponga al miedo inevitable, su afán por dominar al toro y trascender esos veinte minutos, presentando su esforzado desempeño por lograr un puñado de pases, como el mérito principal para envolver al resto del público que espera esa faena. Porque así como el toro español está criado para presentar una batalla corta y peligrosa, el público español está formado por generaciones de aficionados cuya retina ha sido educada para apreciar el trapío y la bravura y reparar, después, en las preciosidades que se hacen a su embestida. Esto es, se fija primero en la media tonelada de músculos y cuernos violentos con que se trabaja y luego en las preciosidades que con animal se hacen.

Si los dos párrafos describen algo verdadero, y muchos dudarán, tendríamos que en México se torea con mayor arte, porque lo permite el toro y en España se lidia mejor por que el toro lo exige..

La Real Maestranza de caballería de Sevilla presenta el libro de Filiberto Mira HIERROS Y ENCASTES DEL TORO DE LIDIA y ahí se dice que en México “...Manolete ...obtuvo, aunque esto no parezca posible, mayores glorias que en España...”. Esta cita nos ayuda entiende que no postulamos que los toreros mexicanos se inclinen por el arte, ni que los toreros españoles sean proclives a la lidia esforzada. Decimos, por el contrario, que los toreros, cualquiera que sea su nacionalidad, pueden torear mejor en México y que, esos mismos toreros, en España tienen que sudar y bregar con más oficio por la fiereza de los animales españoles que no son tan dejados. Todo esto es posible, claro, por la diferencia en el toro que se cría en ambas latitudes- Es resultado del clima, de los pastos, los granos, los ganaderos y, sobre todo, el estruendoso y anónimo óle u olé con que los tendidos mexicanos o españoles alientan y aprueban los a los diestros, respectivamente.

Es el momento para que aparezca “Señor” toro de la ganadería San Mateo, con ADN saltillense. Toro hecho y derecho con trapío como casi nunca se ve en México. Se trata de la plaza de toros de Morelia y es el 11 de este mes de agosto. Desde su salida se nota su fiereza y su calidad. Se dijo del Cid Campeador que hubiera sido buen vasallo de haber tenido buen Señor. Pues bien, este “Señor” buen semental hubiera resultado de haberse encontrado, sobre la arena moreliana, con un torero con más sitio que Benítez. Un artista como él, pero con oficio. El sanmateíno era para el indulto y la procreación. Pero.

Recientemente se dieron dos eventos que pueden resultar de augurio o de presagio, según anuncien ventura o infortunios. Se trata del nuevo encargo para el (¿ex?) empresario de la Monumental Plaza México, Herrerías quien ahora hará de las suyas con un equipo de futbol. ¿Será para bien de la fiesta taurina mexicana? También flamea en el ambiente taurino la inminente despedida de Eloy Cavazos. Misma pregunta.

Es el momento para que vuelva a aparecer “Señor”, el soberbio toro de divisa Blanco y Rosa, de San Mateo. Fue tan bueno que muerto nos da cuerda para conversar. Cuando apareció sobre la arena, ¿ fue el primer indicio de los nuevos modos derivados de la salida parcial de Herrerías, de la empresa más importante de México?¿Habrá sido una halagüeña señal que saldrán toros por la puerta de toriles de las plazas mexicanas? Una vez despedido Cavazos, ¿ahora si los empresarios van a comprar corridas de toros?¿A poco ahora sí el sorteo será obligatorio? ¿Ya no taparán a Mariano Ramos?¿Será que en plazas como Calafia veremos toreros, que los hemos visto, con toros, que no siempre aparecen? ¿Mereceremos tanto?

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domingo, 15 de marzo de 2009

CONCHITA CINTRÓN II

PITÓN DERECHO Cristina Sánchez la torera española que toreó en la México antes de desactivarse, se dolió porque los varones evitaban alternar con ella. Una excepción notable fue El Juli con quien llegó a torear en 1998 tres tardes, una de ellas mano a mano (16 de agosto). Nuestra Raquel Martínez quien participó en la primer novillada de Calafia, y que por lo tanto fue la primer torera que puso el pie sobre su arena, también externó frente a las cámaras de TV que muchos matadores no querían compartir con ella las tardes taurinas. Ambas hablaron con un dejo de resentimiento. Pero en el caso de Conchita que fue bloqueada a más no poder en España y que escribió dos libros y que tuvo oportunidad para hacerlo, no destila ninguna gota de amargura aunque sí de pesar. En España se le permitía torear a caballo pero se le prohibía hacerlo a pié, que era lo que más quería. Y eso se lo recordaban, por medio del alguacilillo, en el patio de cuadrillas. En Portugal algunos de los rejoneadores tampoco querían alternar. El mundo taurino es un chiquero altamente machista que con mucha lentitud abre las puertas a la participación femenina.
PITÓN IZQUIERDO Aquí en Calafia aprovecharon la apertura y tuvimos un cartel de féminas vestidas de luces el 25 de enero del 2004: Raquel Sánchez, Marbella Romero y Lupe López. Ésta cortó 2 orejas y yo creí estar frente a una futura figura del toreo femenino. Después desaparecieron de los carteles y agendas taurinas. Más antigua, Juanita Aparicio bajaba del bridón y toreaba con elegante destreza. Además, mataba con eficacia. A ella la vi varias veces en la México. Todas estas toreras no tuvieron problema para poner los pies en la arena y torear y además, muchas lo hicieron vestidas de luces. El problema lo tuvieron por la reticencia de los alternantes. La aspiración de Conchita, que nunca se vistió de luces, fue torear a pie en España. Para desmontar y plantar los botos en la arena en México, Perú, Colombia y Ecuador le sobraban ocasiones y no le estorbaban los alternantes.
PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Para narrar la única que vez que desafió a las autoridades para apearse, pisar el ruedo y torear, lo cuenta como “sueño” que ubica “en Jaén”. Conchita lo cuenta como arrebatada por un éxtasis del cual no está segura de haberse dado. Su reporte es mágico, ameno y bello y, según nosotros, respetuoso. Respetuoso porque el “sueño” lo vive en Jaén. Ahora bien, la provincia de Jaén tiene dos plazas de toros (Según José M. Esteban), la de Baeza (10 mil espectadores)y la de Linares (9 mil 500). Pero en la provincia de Jaén no hay plaza con ese nombre. En la de Linares fue herido de muerte Manolete. Al no consignar el nombre, suponemos que fue en Linares donde se dio su “sueño” y ella, con esa señoría que la engalana, prefiere exorcizar el infausto evitando nombrarlo.
PITÓN DERECHO Dijeron en su momento que si a Conchita le levantaran la prohibición de no torear a pie y lo pusiera sobre la arena, muchos toreros se subirían al caballo. Gregorio Corrochano curiosamente ensalzaba el toreo a pie de Conchita porque lo hacía cruzándose y desacreditaba quien lo hiciera en línea. Peregrina opinión de un famoso crítico. Al cruzarse se dilata el pase por la curva que despliega el toro y en línea se le acaba pronto el trazo al diestro porque se vence el toro. En el primer caso es un óooole y en el segundo es óole. Ambos conceptos tienen mérito siempre y cuando los cuernos al planear sean un riesgo inminente que pueda enrojecer la belleza de la reunión. Es decir, la conmoción estética resplandece cuando hay presagio de cornada, independientemente de la línea que haya trazado la embestida.
PITÓN DERECHO, OTRA VEZ Conchita dedica una endecha a su despedida en México. Dice que las despedidas son tristes y lo son más las mexicanas. Los párrafos que le dedica a su despedida en el 45, derraman tristeza. El fondo musical de Las Golondrinas sobre el ruedo de sus hazañas la abrumaba mientras recibía a aplausos, flores, serpentinas, sombreros, besos y gritos. Por esos días, según su narración, un momento de ternura se dio cuando un sombrero charro, sobre unos ojos castaños, eclipsó el sol. En su nuevo hogar, Portugal, casó con un noble y sus largos días se enriquecieron con hijos.
DESPLANTE También yo he de poner el punto final a mi elegía de Conchita, a quien no le conocí la voz, pero creí escucharla y le hablé muchas veces. A la que tal vez no vi torear mas le dediqué muchos óles. El concepto del toreo que tengo me lo genera una cuadrilla de toreros comprometidos con la emoción estética, dentro de la cual está ella. He visto muchos toreros que no se han montado en el cartel de mis preferencias, pero Conchita, a quien la vi más con la imaginación que con las pupilas, está en lugar importante, al que se metió tanto por méritos literarios como por hazañas taurinas. La tauromaquia es otra patria donde se encuentran héroes y antepasados que echan raíces al futuro y florecen indefinidamente entre los aficionados que, a falta de la observación directa, escudriñan los libros y aprecian películas de la época y comentan los pases y lances que se dieron, como si los hubieran visto.


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