martes, 13 de enero de 2009

DON ANDRÉS HENESTROSA Y LOS TOROS

PITON IZQUIERDO A mediados del mes de mayo de 1958, cuando Don Andrés era Diputado Federal por algún distrito de Oaxaca, pudimos conversar con él, un grupo de estudiantes, sobre distintos asuntos de política, de historia, de personajes y, como después veremos, de toros. El lugar era una casona de su propiedad que rodeaba un amplio jardín enmarañado, allá en Juchitán, Oaxaca, ciudad que, desde entonces no estaba gobernada por el PRI: Por su generosidad y visión un tanto desacostumbrada en los políticos de entonces (Y de ahora), había invitado a un pequeño grupo de pasantes de la Escuela de Ciencias Sociales de la UNAM, a conocer el Istmo y realizar algunas prácticas profesionales que nosotros pomposamente decidimos titular de Análisis Político.

PITON IZQUIERDO OTRA VEZ Pronto encontraríamos dos peñascos que nos impidieron el tránsito libre rumbo a tan desorbitada idea. Por un lado la fiesta del Istmo y por otro la cultura de variadas raíces indígenas incomprendida por la nuestra, urbana mestiza. En cuanto a la fiesta no tuvimos problemas en incorporarnos. Pero sí con la, para nosotros, incomprensible cultura indígena. Allí aprendimos estupefactos que los llamados “indios mexicanos “ ni son ni se sienten mexicanos. Que los mestizos mexicanos somos la etnia más abrumadora y hegemónica.

PITON DERECHO Así que fue un encontronazo que no habíamos anticipado. Queríamos penetrar la cultura nativa con cuestionarios y cédulas de entrevistas. Pobres artefactos académicos diseñados por urbanos y mal esgrimidos por nosotros, que sólo éramos universitarios bien intencionados. Nunca imaginamos, por otro lado, que una fiesta durara más de 15 días cuyas noches estuvimos dispuestos a disfrutar.

PITON DERECHO OTRA VEZ Las Velas, como sabe, cada año se encienden, allá por la segunda quincena de mayo, que consiste en el relevo que hacen de las Mayordomías. Fue la época en que cayó la invitación de Don Andrés. Cada año relevan al Mayordomo y esto es motivo de cambio del Bastón que se hace con fiestas aderezadas con comida regional exquisita y abundante donde se cuelga “la gorra” sólo por invitación. Don Andrés, político del rumbo, durante esos quince días fue invitado consuetudinario por todas las Mayordomías y con él llegaba la jauría de universitarios con hambre y sed permanentes. Fue un desastre para el desarrollo del Análisis Político y una gran enseñanza en nuestra comprensión del México desconocido, fiestero y glotón.

PITON IZQUIERDO No es posible que Don Andrés haya pasado por alto que nos había hecho la invitación en temporada de Las Velas. ¿Sería algo de su naturaleza socarrona y ladina? Todas las mañanas, en sendas hamacas, y la mayoría desvelada e inmóvil para no molestar el dolor de cabeza, los integrantes del grupo escuchábamos a Don Andrés, en ese jardín de la película La Zandunga. No recuerdo si entre todos llegamos a la conclusión, o fue aporte de Don Andrés, pero descubrimos que las biografías y obras de tres oaxaqueños pudieran bastar para entender a México: serían las vidas y andanzas de Benito Juárez, Porfirio Díaz y José Vasconcelos. Discurrimos muchas horas sobre sus respectivos aportes al entendimiento patrio y esas tertulias dejaron huellas incalculables en el que escribe, quien 50 años después, se siente obligado a añadir al mismo Don Andrés Henestrosa, como cuarto miembro del grupo selecto.

PITON DERECHO Hubo una pregunta que recuerdo haberle hecho: “Don Andrés, Porfirio Díaz era partidario de Gaona, asistía a las corridas y el diestro le brindaba faenas y el General, por su cuenta, correspondía con generosos obsequios. José Vasconcelos escribió de toros y tiene un opúsculo sobre el tema. El Presidente Juárez en algún momento tomó una decisión que fue una virtual prohibición de las corridas de toros, que duró unos años. ¿Será Benito Juárez el que decidió que no haya plazas de toros en el Estado de Oaxaca?”

PITON DERECHO Quien sabe qué contestaría. Tampoco recuerdo si aceptó, o negó, ser taurófilo. Bien que sabía evadirse, lo que es suficiente para hacer del trío, una cuarteta. Juárez con su terquedad republicana unidimensional y anticlerical. Díaz con unicornio y embelesado con la cultura francesa (Los menús de las comidas oficiales se escribían en francés y él descansa en el cementerio Piere Lachaise, de París) y la mucha administración, Vasconcelos, prolífico hombre de ideas, católico, enamoradizo, escritor, su soberbia como la riposta a la incomprensión de la chusma. Don Andrés, con las evasivas indígenas derivadas de la superioridad ética del conocedor de la cultura donde nació y que se adentra a otra, en la que merodea con reservas. ¿Habrá alguno de la etnia mexicana, que no se sienta hermanado, por ciertos rasgos, con cualquiera de esas personalidades?

PITON DERECHO OTRA VEZ Regresemos al tema de los toros. Los toros llegaron con los españoles, o los castellanos, si así lo prefieren. Antes de ellos, no había quesos que se les hicieran bolas, leche, cajetas, chongos, jocoques, botas, cinturones, chamarras ni corridas. Es decir, los derivados del ganado vacuno. Esto que es tan obvio, nos permite entender que empezamos a construir nuestra tradición taurómaca sobre la tradición ibérica. En todos lados, menos en Oaxaca. Cuesta trabajo imaginar a la población oriunda, de las demás provincias, que nunca había visto el deambular masivo de los vacunos comparada con los evasivos venados autóctonos, a la hora de aceptar como fiesta de los toros. “Jugar” con los embates de los animalazos con un trapo y que los arponearan, acosaran con perros y mataran con fierros. Una de nuestras figuras, Ponciano Díaz, mataba los toros con más valentía que arte taurino, tal como ahora lo conocemos. Su tauromaquia y el bigotazo que paseaba, le mereció el epíteto de “espantajo” cuando tomó la alternativa en Madrid. Y eso, a fines del siglo XIX, es decir después de casi cuatrocientos años de haberse escuchado el primer mugido en el Anáhuac.

PITON IZQUIERDO Todo esto porque hay quienes creen que el toreo mexicano tiene que seguir el modelo español Hay hasta un programa que se llama Por la Puerta Grande. Es que en España el triunfo máximo en una tarde, es abrir la Puerta. En México, no la abren como premio. La idea es que el toreo mexicano no tiene que españolizarse para valer. Si pedimos que suelten toros toros no es porque quisiéramos que nuestras corridas se parecieran a las españolas. No. Lo que buscamos es que si anuncian que es corrida de toros, que sean toros los que salgan, con trapío, cuernos, condiciones y genealogía belicosa. Y luego que los toreen a la usanza mexicana, con suavidad y largueza. Nada más, ni nada menos. Ojalá que la corrida del Aniversario, con Tomás, Garibay y Adame, se dé con toros toros. Luego les cuento.

DESPLANTE De todas maneras, todavía no sabemos, ¿Por qué no hay plazas de toros en Oaxaca? (Y a la fecha, según Lafranchi, tampoco en Campeche o Baja California Sur) Mientras tanto podemos releer la obra de Don Andrés Henestrosa, que no es tan voluminosa y entresacar, si es que las hay y las hemos olvidado, referencias a la tauromaquia. También recuerdo, ya de salida, algunos chistes zapotecos que nos contó y que lo alborozaban mucho, mientras que a nosotros, ñeris albureros, solamente nos provocaban rictus de cortesía.

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