En preparación de una misión peligrosa que involucraría un mortal tráfico de diamantes, James Bond, analiza la transparencia y pureza de un cristal. Se sorprende por el fulgor y brillantez de la piedra. Pero luego M le presenta otra para que la observe. En esta ocasión si se trata de un diamante puro. El Agente 007 después de analizarlo y comparar mentalmente con el anterior, dice escuetamente: “Comprendo”
Algo similar nos ha sucedido. Después de las primeras corridas de toros de la feria de San Isidro 2010, en las que vimos aproximadamente diecisiete pares de cuernos insólitos en los ruedos mexicanos, comprendimos cómo pueden corear los ibéricos los olés ante pases tan despegaditos y rapidones. Es que la dimensión de los cuernos nos hacen entender el mérito de tenerlos tan cerca. Los olés coreados correspondieron a lances que se daban frene a toros toros, que cuando los vi, después de compararlos con los cuernos que recordaba en México, no pude menos que decir: “Comprendo.”
Cuando El Cejas tomó la muleta en la tarde de su presentación en San Isidro y templó algunos pases entonces, señores, fue mi turno y no pude menos que decir: “¿Comprenden?”, refiriéndome a la diferencia entre, por un lado dar pases aprovechando el ataque del torazo y por el otro, imprimir el ritmo del torero en el ataque espeluznante, conforme la carga va entrando a jurisdicción. Se trata de el temple.
Existe, en el temple, una sincronía entre el engaño que quiere detener el tiempo y la velocidad de las astas que aparecen irresistibles porque las empujan media tonelada de carne. Se siente, cuando se da el temple, el imperio total de la muleta que tira del animal alrededor de la cintura, mientras que ésta hace juego paralelo con los vuelos de salida. Óle.
Olé, si tratamos de españoles. Porque también en el grito hay diferencia.
Luego en su presentación El Juli, español que torea con el temple que maduró en México, hizo lo mismo, sólo que en grande. Eso es templar, eso es torear, eso es emocionar, eso es torear de veras. Olé. La repetición en la entrada a matar fue lo que le impidió el corte de oreja.
Precisamente, para adentrarnos en la observación que pretende ser objetiva y tener en cuenta las astas, los kilos, la exigencia de la afición, asistimos este domingo a la corrida de Tijuana. Al día siguiente de los pases de El Juli y los de Castella. En Tijuana torearon Santos, El Conde, Mauricio y Michelito. Señores, eso es otra cosa..
Decía Bernard Shaw que Inglaterra y los Estados Unidos eran dos naciones separadas por el mismo idioma. México y España estarían, si recogemos el símil, separados por la misma fiesta de toros. Si desglosamos la fiesta como tradición, como espectáculo, como negocio y como un singular arte, podríamos aventurar los parecidos y las desemejanzas entre ambas prácticas.
Los españoles guardan más la tradición en el paseíllo, en el respeto al presidente, en el anuncio del próximo toro, en la ejecución de la pica, en la vendimia durante la corrida, en el silencio antes de la estocada. En estos momentos y en otros que no menciono, hay más abolengo, más rito, más ceremonia. Como espectáculo el tamaño de los cuernos y los kilos debajo de ellos son más impresionantes. Nos parece que los aficionados españoles, al menos los de Las Ventas, asisten más que a divertirse a analizar y dar el visto bueno a los toros y al torero. Los mexicanos lo hacemos para divertirnos y cuando llegamos a protestar por los tamaños y la cuerna, da la impresión que lo hacemos más por el jolgorio ante los alardes de los toreros frente a los novillotes y la desfachatez de quienes autorizaron la báscula tan destartalada con que pesaron a los animalitos. La pura diversión, pues.
En la México, en Aguascalientes en Guadalajara de repente se ponen de puntas los aficionados, pero solamente de repente. La otra vez a El Juli, en Aguascalientes, le permitieron torear un novillo.
Se dice que como negocio lo es más en España, porque ahí se paga más. Pero se exige también más y en México, no se exige tanto y, entonces, lo que se paga resulta generosa paga. Quedaría por dictaminar ¿Dónde se paga mejor? Eso queda para ser analizado por esos que no entienden las finanzas mundiales, pero que viven de ellas como si lo hicieran. Dejaríamos para otro macheteo el trato de las diferencias.
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