PITÓN DERECHO Conozco una anti taurina que no está al tanto de la precisión de mi GPS de ULB. Me gustaría que esta sigilosa Juana de Arco estuviera dispuesta a leer una obra que yo le propusiera y ella, a su vez, me señalara otra lectura. Así, ambos armados caballeros por lecturas compartidas, nos enfrentáramos en pactada tertulia televisada donde pudieran trazarse nuestros mejores mandobles para enriquecernos mutuamente con argumentos que, tal vez no nos harían morder el polvo ni cambiar de bando, pero nos hincharían el pecho con una nueva capacidad para dialogar republicanamente. Órale. Pero nada de prestarnos libros.
PITÓN IZQUIERDO Por una razón: Los libros que dejaron oquedades permanentes
en mis anaqueles son los que he prestado a amigos que nunca los iban a leer. Lo
sé bien porque muchas veces me da por reclamarlos y ellos sonrientes y
sorprendidos no recuerdan el préstamo. Cuando menciono algún pasaje selecto de
la obra, ya secuestrada para siempre por su ignorancia despreocupada, lo
encuentran profundo y ha veces hasta brillante y, por la cara que ponen sé que
son sinceros porque se les aflora que jamás habían escuchado ni mucho menos
leído, algo similar.
PITÓN DERECHO Pues bien propongo este escenario: frente a frente la
anti taurina y el taurino, ambos cuando menos con dos lecturas compartidas blandiendo
argumentos y contra argumentos afilados y pulidos, tratando de aclarar y
señalar aspectos torales de las respectivas posiciones. Batiéndonos en campo
abierto a la usanza de la mejor tradición polemista con un árbitro conductor
del debate. Es muy fácil predicarle al coro, como dicen los anglos, pero
dirigirse al contrario informado y con un público anónimo, esto es asunto de índole
escabrosa y tal vez ociosa. Mucho más fácil y cómodo es alentar los insultos con
lenguas prestadas aunque la ética personal quede como trebejo destartalado por
algún rincón.
PITÓN IZQUIERDO ¿Recuerdan a aquel palurdo que llamaba a cuentas al
muñeco del ventrílocuo, porque le parecían insultantes los chistes, en vez de
reclamarle al humano que lo tenía sentado en su regazo? Eso equivale a
dirigirse a la decena que con botes insultan a los miles de taurinos que pagan
sus entradas a un evento legal. Alguien los tiene activados en el regazo. Hay que hablar con quien redacta las palabras.
PITÓN DERECHO El deber moral de quienes sostenemos gustos o fobias
por expresiones culturales controvertidas es el de estar dispuestos a su
ventilación pública aunque esa altivez de ánimo para salir a la luz del día puede
ser ajena a ciertos temperamentos que no han llegado a madurar fuera del closet
en penumbras.
CAMBIANDO DE LIDIA Por si no lo habían advertido: El toreo no es
deporte. Cuando presenciamos en las tribunas los alaridos del racismo y
nacionalismo en la Euro Copa y las bofetadas y empujones que se acomodan antes,
durante y después de los partidos, no asociamos nada con la tauromaquia, pero percibimos
en las tribunas que el racismo es una especie de nacionalismo. El ser humano
necesita identidades colectivas como es la afiliación a una raza o tener una
nación.
PITÓN
DERECHO Sólo que en vez de pensar que mi raza sea la superior, pienso que
mi nación es lo máximo. O tal vez sería más atinada la idea diciendo que la
soberbia que está en el fondo del racismo, es la misma que insufla al
nacionalismo: la arrogancia de creer que mi raza, mi nación, son superiores a cualquier otra. ¿Y
en los toros?
PITÓN IZQUIERDO Aventarle plátanos al de piel oscura u ondear la
bandera nacional cuando uno ¨de los nuestros¨ mete a puntapiés el balón entre
las redes enciende el aliento patrio y con frecuencia se llega a la celebración
agresiva. Y por lo que aflora en las griterías, se ve que
el nacionalismo como pasión cegadora, es más enajenante que el racismo. Al
menos en el futbol. Porque los anglos, nórdicos, teutones o eslavos se
alborotan mucho cuando uno de los suyos, que puede llevar apellidos y color de
origen africano, mete un gol. Lo mismo pasa con el resto de los equipos de
naciones que mayoritariamente tienen el fenotipo ¨ario¨ o ¨caucásico¨ y que,
con el resultado de tanto mestizaje ahora portan sus colores nacionales morenos,
negros, rubios, de pelo ensortijado o lacio. Su racismo no llega a tanto como
para evitar a otras ¨razas¨ se enfunden en su uniforme, porque su nacionalismo
es inclusivo. ¿Y en los toros?
PITÓN DERECHO En este siglo, el gentío claridoso de los estadios y
arenas, tianguis y bloqueos tiene ya colada una legión joven de tuiteros,
blogueros y texteros en las llamadas redes sociales. Estas nuevas masas tienen
una ¨nueva presentación¨ y en cierto modo han sustituido a las anteriores
chusmas con las que guardan un parecido porque siguen protegidas y envalentonadas
por el mismo fuero del anonimato; armadas con note books, lap tops, net books, tabletas.
I-phones y blue berries se hacen
presentes, con una contraseña críptica en los espacios ultramodernos que siguen
siendo closets, sólo que de
conspiradores. ¿Y en los toros?
RECORTE FINAL Los pacifistas han librado batallas por siglos en
contra de las guerras y no han evitado que la naturaleza humana prosiga con el
desahogo de su belicismo. Los moralistas se han enfrentado a la prostitución y
tampoco han reconocido lo que mejor puede aclararles su intriga de siglos: la
desigualdad biológica entre los solicitantes y las proveedoras de los accesos sexuales.
Los herbívoros han librado épicas batallas contra adeptos a la dieta cárnea. Los
humoristas se han cebado por siglos con los políticos y tampoco los han diezmado.
¿Qué será lo que extermina algunos elementos de la sociedad? ¿Y dónde encaja el
arte taurino?
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