jueves, 20 de marzo de 2025

ENÉSIMA PROHIBICIÓN

LA ENÉSIMA PROHIBICIÓN 

Manifiesto que mi formación académica no es en Derecho, pero…

La Constitución nos obliga a la protección a los animales. Bien. Pero ¿cómo podemos o debemos proteger a las siguientes criaturas: las polillas, las viudas negras, los alacranes, las ratas de hocico rosado que infestan los mercados y los insectos cuyo hábitat pantanoso fumigamos hasta su exterminio? ¿Y qué protección extenderemos a los marranos, puercos, cochinos, cuinos, cochis, antes de que los convirtamos en chicharrones? (La narrativa animalista evita mencionar la protección pertinente a las víboras de cascabel y sus atroces aliadas acuáticas las pirañas).  

Entiendo que la que portación de Derechos conlleva la carga de Obligaciones, entonces, ¿cuál sería la obligación de las viudas negras (protegidas como animales por el Texto), frente a la desprevenida durmiente bajo la sombra de una buganvilia? ¿Y la obligación de las pirañas en los humedales de la Amazonia? ¿Y la obligación de una anaconda antes de engullirse un pecarí? ¿Y la de un ascariosis lumbricoide?  

Y luego me pregunto: ¿cuál sería la obligación de millones de hormigas derecho habientes cuyos huevecillos los sabrosísimos escamoles son envueltos en vaporosas tortillas de maíz (no transgénico), y que se llevan tan bien con el jarro de pulque curado con cacahuate?

Con una solemnidad digna de la espantosa superficialidad de un texto (atraído desde las Baleares (sin el pago de arancel alguno), bien escrito pero ramplón para aprovechar la audiencia multitudinaria, descubren que los animales sufren y al decirlo homologan sus reacciones (de los animales) con la de los humanos. Aquí hay que comparar ¨el sufrimiento¨ de una gacela cuya cría es secuestrada por una leona y que se incorpora a la manada inmediatamente y la reacción de una humana cuyo crío sufre el secuestro de una banda. ¿Son iguales las reacciones? ¿Quién sufre y quién sigue como si nada? El sufrimiento es humano. Por supuesto el dolor físico en muchas ocasiones agobia a multitud de organismos del planeta.

En una corrida normal si un toro se ¨duele ¨a la vara y huye, es devuelto al corral. Sólo aquellos cuya adrenalina los mantiene empujando al picador continúan en el ritual. El torero es un artista que expone su vida en el escenario; por lo tanto, la permanencia de la Tauromaquia debería evaluarse en los foros culturales, no en los deportivos. La Tauromaquia es un rito ancestral y el torero desempeña el papel de vicario para que las multitudes que observan desahoguen su carga emocional.

La brigada disneylandesa desde siempre cegada frente al arte y empalagada por la ¨humanización¨ de la fauna, no ha sido enfrentada a una pantalla donde el cachorro sea enseñado por la leona a matar las trémulas crías de las gacelas. Por eso la narrativa animalista se parece más a un coro de macacos enardecidos que clamor de humanos conmovidos por la injusticia de los abortos. Por cierto, ¿el aborto de un feto femenino será un feminicidio? Mejor volvamos al zoológico de locura.

¿Por qué el óle provocado por un pase de José Tomás tiene un estruendo más conmovedor que la algarabía que los antis organizaron fuera de la México? La gritería anti tiene más resonancia en los recintos legislativos que los óles en el acervo cultural. ¿Tendrá que ver esto con puestos electorales?

En una de sus mañaneras AMLO sugirió que la Tauromaquia fuera expuesta en una mesa de diálogo que él mismo podría ayudar a instalar. Los agudos y evasivos antis olisquearon el riesgo y prefirieron mantener la gritería escondidos bajo máscaras de franela simulando toros. Pienso que para su objetivo hicieron bien porque si hay algo que los abata sería la discusión de la Tauromaquia como expresión cultural en una mesa con participantes enterados. Entonces aquí proponemos que la discusión no debe darse en otro sitio que no sea el Departamento Cultural de los municipios y estados o como se designe el recinto pertinente para la reflexión mesurada de la Tauromaquia, que en algunos casos ya ha sido definida como Patrimonio Cultural que no es otra cosa que reconocerle la necesidad que tienen los humanos de tales ritos para trascender lo cotidiano y vislumbrar las profundidades de su práctica.

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