domingo, 7 de junio de 2009

Celebración de la Verónica


Eugenio Guerrero

PITÓN IZQUIERDO Hay muchas fechas del santoral católico ligadas a la tauromaquia. Para empezar veamos las ferias de Sevilla que se realiza inmediatamente después de la Semana Santa, que tiene fecha móvil. A la feria de Madrid se le menciona como la Isidrada por el santo que se celebra el 15 de mayo. La de Pamplona también conocida como San Fermines, por San Fermín, el 7 de julio. Las de Aguascalientes por San Marcos el 10 de abril. La corrida de toros de Villa de Álvarez, Colima, es en honor de San Felipe de Jesús, aunque la plaza es más conocida que el santo varón por los agnósticos, ya que se trata de La Petatera.
PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Luna plaza en Sudamérica se llama La Macarena, virgen patrona de los toreros. Sería muy prolijo dictar el listado nominal de los santos y vírgenes de santas y santos, mártires y beatos y beatas que han presidido seriales de festejos taurinos. También la primara corrida celebrada en la capital de la Nueva España el 13 de agosto de 1529 fue para celebrar a San Hipólito en cuyo honor el virrey dispuso que se siguiera celebrando esa fiesta, en años venideros, por ser el día en que habían conquistado la gran Tenochitlan.
PITÓN DERECHO La celebración del 3 de febrero le corresponde a Santa Verónica aquella mujer piadosa que, según la tradición católica, enjugó el rostro de Jesús y dejó en su lienzo la faz verdadera, la vera icona, la verónica. De ahí pudiéramos postular que la santa que está más ligada, al menos por el nombre, a la tauromaquia es precisamente Santa Verónica, pues es en su honor que se ha bautizado el pase tan trascendental en la tauromaquia. Como se dijo, se celebra en febrero que es un mes no tan taurino en España, mas no en México porque es el mes en que se da la corrida más importante de nuestra fiesta mexicana, el aniversario de la México, dos días después del día de Santa Verónica, el 5 de Febrero. Algunos calendarios señalan el día de Santa Verónica el 12 de julio fecha cercana en cuyo momento celebraremos porque nos acomoda mejor.
PITÓN IZQUIERDO Esta vinculación toros-liturgias puede tener muchas explicaciones, pero la que mejor embona en el fondo de la tauromaquia es que la necesaria asociación de fiesta que no puede desligarse del eventual sacrificio que puede resultar mortal. Las lentas evoluciones parecidas al deambular por el altar, el rígido ropaje bruñido en oro y el respetuoso silencio previo a la estocada tienen analogía con ámbitos litúrgicos de mayor solemnidad. Luego viene el júbilo por la superación de la muerte
PITÓN DERECHO Hablando de silencios. El silencio que se hace en La Maestranza antes de la salida del toro es como desplomarse por entre la puerta de toriles y esperar que del oscuro corredor salga el oscuro toro con leña a más no poder, oteando por alguien que lo desafíe. El silencio que se pide a todos los aficionados y a la banda de música o del CD, para observar el intento de muerte, debe llamar la atención de los neófitos tanto como de los que ya llevamos años de ver cites y estocadas. Siempre habrá un momento de suspenso de respeto a la inminente muerte del toro y a la probable carne hendida del torero. No puede tener otro origen ese silencio que se pide antes de, que se concede durante y que se quiebra cuando la estocada derrumba al toro.

DESPLANTE El silencio, también es parte de la fiesta. Las rechiflas, también. Un torero oficia dentro del silencio, en medio de los óles y naufraga en las rechiflas. ¿Habrá un artista que tenga ese tipo de público? Cuando el torro se juega la vida y el público es indiferente y le pone más interés a las bocadillos que le ofrecen (Resulta que los globalizados ahora dirían, le ofertan) También cuando enciende la vela del arte e ilumina más que el sol, los truenos de los óles lo elevan en el cuenco de la adoración. El fracaso del torero empieza casi siempre por el fracaso de su hombría, porque se le nota el miedo. Hay un silencio que no es de nave catedralicia. Luego continúa por la falta de arte y la precaria técnica para resolver los problemas de un toro descastado, manso o resabiado, o bravo, que sería lo peor para un frustrado. La rechifla de esos momentos terminará siendo inolvidable para el torero y perfectamente trivial para los miembros de la sinfónica de silbidos. Uno como aficionado no puede imaginar a cuántos toreros les habrá cortado la afición con los chiflidos. Pero ellos bien que lo recordarán.

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