PITÓN DERECHO ¿Cuál es o pudiera ser el sello sajón a la fiesta de los toros? En el anterior macheteo dejé algunas preguntas cuyas contestaciones nos darían las grandes avenidas por donde pudiéramos ver venir el aporte Yúesei. Lo que sucediera el 14 de septiembre de 2009 en la capital pecaminosa del mundo, integraría la cuadrícula diabólica del Cubric taurino para ser resuelto por los zahoríes que entrecierran los ojos para favorecernos con sus verdades inamovibles. Lo que sucedió no fue suficiente para que nosotros osemos adelantar el futuro. Siento por esta vez no complaceros.
PITÓN IZQUIERDO Pero. De todas maneras diré lo que puede suceder a partir de esta corrida verde en los a
lberos veguenses. Empezaré por los dos impactos mejor colocados en la línea de flotación de la sorpresa: la impuntualidad inconcebible en el país del sello y del reloj; empezaron casi una hora tarde. Esto adquiere niveles de escándalo, porque en México, donde darle tiempo al tiempo es dejar las cosas para que ellas solas se acomoden, las corridas son, tal vez lo único que nos exaspera iniciar con retraso.
PITÓN DERECHO El otro impacto fue el despeje de la arena. Tres Barbies (Recuerden donde estamos), con pantalones, camisas y tejanas blancas, montadas en sendos caballos y cada una enarbolando una bandera salieron, entre silbidos de aprobación. Se pararon en el centr
o, media vuelta a la derecha y quedaron frente a la autoridad. Las tres cabezas de las sillas eran delgadas como alcayatas, al estilo vaquero. Como se sabe, la cabeza de una silla charra es gruesa. Luego al resonar en el coso techado el himno nacional de las barras y las estrellas, la abanderada respectiva galopó en el óvalo de la arena, con la bandera ondeando, hasta la consumación de la última nota. Siguió el himno mexicano y entonces, la Barbie con la tricolor hizo lo mismo, nomás que durante más tiempo porque la grabación, por cierto el único de los himnos que tuvo letra, incluyó algunas de las estrofas ya no activadas en las ceremonias oficiales mexicanas. Luego siguió la Barbie con la bandera española que dio varias vueltas al óvalo hasta que terminó el himno respectivo. Esto por la presencia del español El Cordobesito, el tercero de los alternantes.
PITÓ DERECHO, OTRA VEZ Uno más de los aconteceres notables, pero no tan so
rpresivos cuando se trata de los anglos, fue que de nuestra habitación caminamos diez minutos sobre alfombras, flanqueados por tragamonedas que nunca nos inquietaron tanto como los cuerpazos de las cariátides vikingas que fingían indiferencia a nuestro paso, hasta llegar a la arena techada y con acondicionamiento de la temperatura. Todo el viaje sin salir al aire libre. Encontré a tres paisanos y los cuatro nos colamos al sorteo que transcurrió sin percatarnos de nada novedoso, como no fuera que no sufrimos las moscas tercermundistas que revolotean en los chiqueros. Pues en el caso de esta corrida, no hubo moscas y las que vimos, ya estaban engarrotadas dentro de bolsas mosquicidas que estratégicamente colgaban de los pilares de los chiqueros donde los toros eran objeto de apreciaciones para integrar los lotes y ser sorteados. Apreciamos como los toros para rejones del día siguiente, ya tenían cubiertas completamente las defensas con fundas de piel y protección en las puntas.
PITÓN IZQUIERDO El cartel anunciado tuvo que modificarse porque Antonio Amaya había sufrido una cogida en España y fue suplido por El Conde, aquél que en su última participación en Calafia nos permitimos elevarlo a la categoría inmediata superior de Marqués, habida cuenta de los abisales naturales y derechazos. Abriría El Zotoluco, luego El Conde y cerraría Julio Benítez, El Cordobesito, español y reconocido hijo de Manuel. 6 Toros 6 de Manuel Costa, portugués avecindado en California. El juez Joey Martins y el trompetista George Reis. Como no habría arrastre, dos peones vestidos a la usanza portuguesa se encargarían de traer y guiar a los cabestros que arroparían al toro, una vez concluida la lidia, para regresarlo a los corrales.
DESPLANTE En la altura central de la oval arena, cuyo diámetro mayor es más grande que el de nuestra querida Calafia, pende el dado gigantesco con cuatro pantallas primermundistas donde veríamos simultáneamente los detalles de la lidia y una vez regresados los toros, la repetición de los momentos que a juicio del hacker, fueran dignos de rumiarlos. La asistencia peor que la presagiada. El colmo: no vendían vino, sólo cervezas y aguas pintadas con arcoíris decantado en las retortas de laboratorio. Tuvimos que volver a trazar el periplo entre tragamonedas, cariátides simuladoras de indiferencia para abastecernos de la bebida por antonomasia. En una animada conversación previa el Juez nos dijo que se aplicaría el reglamento de Portugal, que podía mandar a la cárcel a cualquiera, que él tenía la autoridad absoluta, lo que no impidió que George Reis a las 14; 05 horas, es decir cinco minutotes después de la hora anunciada para que soltara el primer toque, buscara desesperadamente el espacio donde pudiera echarse algunas pulmonadas de inmundo tabaco.
(Continuará)
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