viernes, 13 de abril de 2012

EL SACRIFICIO DEL TORO

PITÓN DERECHO Recientes artículos de aficionados y no aficionados han sido escritos para cuestionar los argumentos esgrimidos por los anti taurinos que cuando menos se dividen en dos gavillas amenazantes: los que quieren evitar LA MUERTE DEL TORO EN EL RUEDO y los que van más allá promoviendo (los globalizados dirían promocionando), la PROHIBICIÓN DE LOS ESPECTÁCULOS TAURINOS. 

PITÓN IZQUIERDO Ambas proposiciones tienen matices diferenciados de LESA CULTURA. En el primero de los casos, si se legisla para que no muera animal en el ruedo, entonces, como ocurrió en Quito, Ecuador, se le podría torear, picar y banderillar pero no sacrificar en el ruedo por intervención del matador, sino que sería arriado a las corraletas para que, lejos de la vista del público, fuera muerto por un matancero a la usanza de un rastro. Es un agravio para la tauromaquia.

RECORTE Dicho sea de paso, no en todas las ciudades ecuatorianas tiene vigencia esa la mutilación del espectáculo, porque la de Quito es una disposición que no vincula a las demás plazas.

PITÓN DERECHO Por su parte, tal como está redactado el proyecto de los Asambleístas del DF, tendría como consecuencia una asepsia taurina en la Ciudad de México: prohibición de los espectáculos taurinos. Esto es de zafios: Es decir, van más allá que los mismos melindrosos de Portugal y de Las Vegas, USA, y recientemente los de Quito que decidieron no matar los toros a la vista del público, ¿también quedarían las corridas en el recuerdo cultural de sus respectivas naciones, si esas tres repúblicas tuvieran legisladores con la misma bastedad intelectual?

PITÓN IZQUIERDO Aún más, ¿Sería mucho pedir a los asambleístas que cayeran en cuenta que con su prohibición tampoco las asociaciones de charros podrían realizar eventos que incluyeran bóvidos porque cuando jinetearan, montaran, lazaran o derribaran novillos, cebús o toros, se estaría dando un espectáculo taurino?

PITÓN DERECHO Otro asunto. El concepto del sacrificio es relegado, usualmente, en esta polémica. La vinculación ancestral entre los dioses y los humanos es, por antonomasia, el sacrificio. La pérdida de comunión entre humanos y dioses se restituye por medio del sacrificio o penitencia. En efecto los mortales pecadores, infractores del precepto enviado desde las alturas, para lavarse, para limpiarse de las máculas derivadas por las ofensas a la ley divina, sacrifican animales y en ocasiones ellos mismos o a otros humanos, con tal de ser perdonados. Es el sacrificio el refrendo de nuestra conciencia pecaminosa. En el mundo prehispánico las guerras floridas no tenían otro objeto que seleccionar a los más bravos enemigos para sacrificarlos a la deidad de quienes lo capturaban. Así se prevenía o se aplacaba la ira divina o se prolongaba la vida. Los pueblos bíblicos tenían como vehículo expiatorio ganado menor y mayor y, como ya se dijo, en ocasiones los propios hijos. Hecatombe originalmente significa el sacrificio de cien bueyes y era una práctica griega para expiación de culpas.

PITÓN IZQUIERDO No es pues un tema ajeno a la historia milenaria de cualquier cultura la práctica de sacrificios que tiene multitud de advocaciones: los jóvenes sobrinos del Tío Sam se sacrifican por la democracia, los bonzos suicidas por sus ideales, los diputados por su pueblo, los cristianos por medio de las penitencias. Los vacunos son sacrificados diariamente casi en todo el orbe por millones de destazadores municipales porque perdiendo la vida son proveedores de cortes, tasajos, entrañas para las fiestas, carnes asadas, buffets y platillos domésticos. 

PITÓN DERECHO Cambiando de ejemplo y acercándonos a nuestra cultura occidental, dentro del judeo cristianismo Jehová exigía y esperaba sacrificios no sólo de animales sino de los propios hijos de su pueblo. Y en el cristianismo, Dios sacrificó a su Hijo para que los humanos entendieran su mensaje divino. Su propio Hijo fue enviado al sacrificio de morir por una salvación.

PITÓN IZQUIERDO La muerte ritual del toro de lidia no deja de ser sacrificio pagano. Se tributa la muerte del toro en un silencio generalizado de los asistentes, con la música y óles acallados. Los mismos abucheos para el toro descastado o manso, no persisten. Se hace el silencio previamente a la muerte del peor o del mejor de los toros. Si el estoque no penetra al toro mortalmente al primer intento, algo se disloca del rito y de la tarde porque no podrá el torero acceder al reconocimiento que hubiera tendido de no haber fallado en la llamada suerte suprema.




PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Tiene que sacrificarse el toro una vez que cumplió su cometido de darle cuerpo al peligro de muerte. Los veinte minutos de vida pública con un humano ambulante y vestido de oro y seda, evocan un pas de deux arriesgado que en momentos misteriosos genera pasión recóndita. ¿Se explicaría el sacrificio de un toro de lidia en aras de la emoción estética?

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