lunes, 15 de abril de 2013

MEYJES Y BERGER, MANO A MANO (2)

 PITÓN DERECHO Cuando Blancanieves, después de su apogeo taurino, se desploma al sueño comatoso por morder la manzana, en vez de libar de la bota refrescante, entra en acción el apoderado & empresario ventajoso (Afortunadamente hay pocos de ese tipo). Ya había tendido las trampas al pedir ¨la firma por pura formalidad¨ y ahora engasta al cuerpo de la torera inerte en un hermoso estuche tamaño féretro y organiza una vendimia para volverla a la vida mediante una fila de labios ávidos, que avanza lentamente. Tiene éxito de taquilla durante el cual el enano torero y enamorado sufre hondamente y mantiene la cercanía con Blancanieves.
PITÓN IZQUIERDO Toda la trama de la historia casi está resuelta: la madrastra recibió su castigo  como Dios manda, el sicario no vivió para contarlo y nosotros, fuera del cuento,  tenemos una nueva heroína taurina y sólo queda el milagro final por cumplirse. Aquellos que vieron Habla con Ella, de Almodóvar, reconocerán una analogía y se explicarán la lágrima postrera.
PITÓN DERECHO Parches y clarines: sale Manolete, el toro que escogió Menno Meyjes.
PITÓN IZQUIERDO No podíamos empezar peor; aquí los señores del letrero (Los ¨traductores¨ de  Hollywood), cometen una atrocidad que tiene que ver con el ¨fracaso¨ posterior de la cinta. Resulta que parecen ignorar, además de las sutilezas del inglés y español, que la mayoría de los autores cabila sobre el título de la obra de arte, porque es parte importante de la misma  y el toque final de sus esfuerzos. Cuando el título está propuesto desde el principio, es un pivote alrededor del cual se arma el resto de la estética.   
PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Entonces, cambiar el título a una obra de arte es casi una infracción al derecho del autor. Si la intención de Meyjes es centrar su historia en La Amante de un Matador (A Matador´s Mistress, título original), estos patanes al cambiarlo a Manolete, procurando una mejor taquilla, nos hacen poner la atención en donde Meyjes no intentaba.  
PITÓN DERECHO A los taurinos nos engañan anunciando una cinta sobre Manolete y lógicamente esperamos ver algo sobre su genealogía taurina, la sobriedad de su capote profundo y la sequedad honda de la muleta con que entusiasmaba al público; sus éxitos en México donde, según él, encuentra  dos toros muy importantes de su carrera y, obviamente nos frustra el hecho que los traductores del título (traduttore, traditore), al cambiarlo, nos hayan prometido una torta de queso y nos la hicieron de jamón.
PITÓN IZQUIERDO Con ese atropello nos incitan a ver una película que el holandés no hizo. Fatalmente tenemos que encontrarla fallida, por su bellaquería con el idioma.  Ni modo, Meyjes: hay que tragar paquete.
PITÓN DERECHO La cinta nos informa del último viaje por carretera que hace Manolete vivo. Lo encontramos abrumado rumbo a su destino final: la plaza de Linares. Hay una serie de retrospectivas que nos permiten reconstruir cómo llegó a ese desasosiego y el aporte en especie que hizo la mujer que le derrumbó la voluntad. Ella arrepentida de su último berrinche va con el retraso justo para entrever entre las lágrimas de arrepentimiento, la cornada y agonía del torero.
PITÓN IZQUIERDO Meyjes queda corto en la dirección de Penélope, porque no pudimos ver a una golfa logrera. Las miradas de ella, su talla tan falta de voluptuosidad y su aire frágil y dócil, nos denuncian una mala selección para el personaje. Pensamos que Meyjes tuvo más en mente a Carmen, la de Bizet que a Antoñita ¨Lupe¨ Sino y… dirigió a Penélope. Recordemos que en el Aria del Toreador de la Ópera Carmen,  se le previene al matador ponerse en guardia porque un ojo negro lo observa y el amor lo aguarda. Creemos que es el ambiente erótico con que nos quiso envolver Meyjes.
PITÓN DERECHO Aún si le hubieran respetado el titulo original tampoco nos hubiera satisfecho. El director holandés falla en la selección de imágenes visuales cuando propone un paralelismo de pasiones e intercala pases de muleta que se suponen dionisiacos, con escenas y jadeos de alcoba, que no resultan inquietantes. Es muy visible el acartonamiento en los pases que da en el aire Adrien Brody; Cayetano Rivera el asesor taurino, no pudo templar al actor de probadas excelencias histriónicas.
PITÓN IZQUIERDO Voluntariamente el consultor taurino de esta columna hubiera sugerido naturales de Manolo Martínez,  de José Tomás, de El Pana, de Morante de la Puebla, como evocadores de erotismo, naturalmente con su respectivo photoshop. Pero no, de nuevo la hacen de jamón. Luego en la parte lúbrica, el director holandés mete la cámara  a un tálamo recatado. En la penumbra vaga, de la pequeña alcoba, el torero y la golfa se abrazan pero no se abrasan. Tampoco nos participan del incendio forestal que debió incinerarles las entrañas.
PITÓN DERECHO Donde si convence, es en los diálogos, también suyos. Y como le quedaron bien al final apreciamos una colección de aforismos que revolotean sobre el arte taurino. Intentemos dar una idea de la cinta a través de una selección de parlamentos.
(Continuará)  

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