lunes, 4 de noviembre de 2013

TOREAR ES TEMPLAR LA BRAVURA, NO APROVECHAR EL VIAJE.




PITÓN DERECHO  Entra a la arena un toro con trapío. Remata en tablas; está en puntas. El torero  observa cómo humilla cuando lo corren. Pide que lo pongan allá. Una vez el toro atento, el diestro se acerca. El público murmura. Quedan enfrentados. Se borra la tarde y prevalecen las miradas entre ambos. Todo está inmóvil, pero las cosas todavía no están en su sitio.  Embiste el toro y ahora sí, todo se armoniza porque lo recoge el temple que une al toro y al torero. Órale.

PITÓN DERECHO, OTRA VEZ Para templar es necesario meter el tiempo humano en la velocidad del animal; la dimensión  humana unida con  la embestida del toro. Por eso sólo de tarde en tarde vemos el arte taurino en una  faena; la más de las veces sólo por momentos.

PITÓN IZQUIERDO Como es sabido, torear con lentitud no es templar. En la primera de la temporada de La México, el 2º de Talavante iba tan lento que no había forma de templarlo y fue tan descastado que tampoco se le pudo imprimir emotividad a su nobleza. Alejandro Talavante no podía hacer otra cosa que acompasar su muleta al andar cansino del noble animal. Fue una faena muy lenta, sin templar.

PITÓN DERECHO Reposar la embestida es uno de los quehaceres del torero, tal vez el de mayor importancia estética. La bravura la aporta el ganadero, por medio de su pupilo. El ataque del toro por sí solo lo más que puede lograr es ponernos al borde de la emoción y cuando el toro trae un mínimo de nobleza, entonces estamos en camino a la belleza del toreo. Para eso, el toro debe embestir con fiereza para dar oportunidad a la técnica del torero de templar la embestida, que es meter su ritmo personal, su tiempo humano en la acometividad del animal.

PITÓN DERECHO, OTRA VEZ Entonces es cuando la bravura, al ser templada por el engaño, genera emoción estética; el placer y regocijo de ver torear en serio.

PITÓN IZQUIERDO Para arrobarnos en el arte debe haber trapío en el bravo animal y garbo en el torero: reposado el mentón, brazos templando con el engaño, arqueada la cintura, muslo a la salida y entonces...

PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ La insistente guadaña de los cuernos con su presagio en las puntas empujadas por media tonelada, acometiendo el engaño. El diestro con la buganvilia del capote o con la flama de la muleta, creando la estética taurómaca reposando la impetuosidad del toro bravo. ¿Qué más puede el aficionado pedir?

PITÓN DERECHO Muchos toros con bravura no son convocados al arte porque los diestros no van más allá de aprovechar el viaje manteniendo el engaño a la velocidad que ya traen los cuernos. Diríamos que el diestro aunque tiene a su disposición la bravura y el trapío de su contraparte, sólo atina a gorrear el viaje desperdiciando la posibilidad de la belleza, sin poder meter su tiempo personal a la embestida. No puede, o no sabe templar.

PITÓN IZQUIERDO ¿Para qué dar ejemplos? Tantos y tantos valientes diestros con suficiente oficio no alcanzan a templar el ímpetu. No transforman el aire del toro, en tiempo suyo, sino que lo aprovechan, en el mejor de los casos y en el peor, dan lo que  pareciera un pase interrumpido por la agresividad del toro, mas en el fondo es la incapacidad  de someter al animal.

 PITÓN DERECHO Uno de los aciertos de la película  Manolete, de Menno Meyjes es porque  reitera lo sabido o intuido por muchos: que torear es una forma de filosofar. Meter el tiempo humano a la bravura, permite en la duración del pase, ver pasar la muerte. Dar un lance rápido, por justificado que sea, a un toro agresivo no da tiempo para filosofar; sólo hay tiempo para ver la habilidad del torero para quitarse el peligro.

PITÓN IZQUIERDO Muchos toreros suelen torear por su cuenta, sin atender al toro ni su bravura. De ahí lo insulso de los pases que aburren la tarde. Se requiere la bravura con toreabilidad y un torero que la reconozca. Los aficionados no piden docilidad, aunque el gran público se embelese con ella. Los toros deben saber lo que dejan atrás al pasar, siguiendo la muleta. Hay toros nobles, que se dejan engañar una y otra vez y cuando llegan a trompicarse con el diestro se olvidan de los cuernos y quedan como sorprendidos, viendo cómo se revuelve en el suelo.

PITÓN DERECHO El gran público le encarga la bravura al ganadero y hay ganaderos que atienden ¨los nuevos gustos¨ y generan toros con bravura, pero light, descafeinada; otros prefieren tener el tesoro de la bravura áspera, y no el tesoro de las taquillas. Cuando sale el toro a modo, el diestro común se chipilea con él, mientras que los aficionados añoran la fortuna de ver salir un toro bravo y un torero apto para templar sus acometidas.


DESPLANTE ¿Cómo es posible que pasados más de treinta años, aún recordemos a Timbalero y a Mariano? 

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