miércoles, 12 de junio de 2024

LOS TRES TERCIOS DE LA TAUROMAQUIA


Empiezo por avisar que no albergaré en estas cuartillas los (llamados) tres tercios de una lidia moderna normal, sino disertaré sobre otra tríada que sostengo es la que comprende la totalidad de la Tauromaquia


que es la dimensión épica que tenemos los humanos con los toros.

Veamos los tres tercios de una lidia moderna normal. Lo haremos desde otro ángulo y descubrimos que en esos 20 minutos promedio son seis los objetos con que se incitan las embestidas del toro bravo y que para el animal son seis provocaciones. Veamos cuáles son.

Ya transitado el túnel de toriles y dejada atrás la polvareda con que inicia su pasión sobre la arena, el toro empieza a ser desafiado.

 

1º) Por los capotes de los peones y del diestro

 que marca las verónicas.

2º) Por el caballo desde donde el picador le hace brotar sangre.

3º) De nuevo por los capotes encargados de los quites,

 -el último de ellos simulado-.

4º) El cuerpo limpio de los banderilleros quienes lo adornan.

La suave muleta que intenta escenificar la coreografía

que consume los últimos minutos.

El cuerpo perfilado del diestro que le dará muerte.

 

Estos ataques que hace el toro a --6 desafíos visuales 6-- es lo que la costumbre agrupa en los llamados --3 tercios 3-- de la lidia normal.


 

Por mi cuenta y para iniciar esta disertación presento otra tríada con sendos elementos de la tauromaquia y que son: El Rito, La Actualización y El Negocio. Entonces lo que sigue tal vez nos ayude a todos los aficionados a compartir la visión de lo que pasó en el regreso de los toros a La México.

 

 

EL RITO



Algunas especies de animales han sido reconocidas y veneradas por etnias humanas como ancestros misteriosamente asignados por los dioses. Así sobre los parajes del planeta viven pueblos que se enorgullecen de tener como hilo de partida genética una Águila, otras habrán descendido del León y la hay que se dicen descendientes del Oso, Tigre, Puma u otros animales de rasgos también envidiables. Convencionalmente a menudo se le da el nombre de Tótem a ese ser primigenio. Es pertinente anotar que los animales que son reconocidos como ancestros formales de pueblos escogidos no son los únicos que pasman a los humanos ya que existen otras faunas que también absorben la veneración de muchos grupos que sin decirse sus descendientes les rinden respeto por sus atributos.

Muchos pueblos llegaron a venerar a Taurus como mito de fuerza, belleza y desborde genético. Sin reconocerlo como su Tótem los varones y las doncellas lo admiraron al punto de considerarlo como una ofrenda digna de los dioses y además contenedor de abundante sangre que al derramarse purifica la pecaminosa naturaleza humana. Así es como se llega a pensar que si se degollaba un toro sobre una reja de troncos tendida sobre un hoyanco en cuyo fonde estaba el pecador, el escurrimiento sangriento lavaba las culpas y reconciliaba al renacido con los dioses que cancelarían las ofensas al recibir las carnes del toro en holocausto y renovaban así su complacencia con el pecador tributario y recurrente. También se diseñaron danzas humanas incitando y evitando las cornadas de Taurus con participación de doncellas y donceles que afortunadamente quedaron grabadas en frisos, platones y cavernas de la antigüedad. 

Habrá que irnos hasta allá. El primer día los humanos ocu
paron los parajes que Alguien había asignado para que los señorearan incluyendo sus tierras, aguas, flora y fauna. Y aconteció que al paso de las eras planetarias los humanos aprendieron a convivir con multitud de criaturas bajo las aguas, al fondo del cielo y sobre la tierra entre las cuales destacó por su poderosa solemnidad el toro. Lo dominaron y convirtieron en ofrenda propicia a las Alturas y al paso del tiempo se encarnaron en el misterioso destino del toro que ellos mismos habían dado al animal. Y luego en algún momento mágico ­-sin clarines ni parches- el varón y la doncella deciden llevar más allá su propio asombro y lo convierten en valentía danzando y jugando con el toro para después con el pecho henchido por la inminente muerte que revolotea en las puntas elevadas participan peligrosamente en el ritual que rinde la vida de Taurus a las Alturas. Los desafiantes se detienen en la orillita del sacrificio y al término de la ceremonia que inician ambos sólo el estupendo animal trasciende el rito y es llevado en solitario al misterio de su muerte, de la muerte.

Aquí cabe una digresión toral: Los dioses no exigen tributos a sus criaturas. Son éstas las que obsequiosas rinden la pleitesía. Al menos tal ocurre en la Biblia en donde leemos que fueron los humanos los que tomaron la decisión de colocar ofrendas a la consideración de Jehová. En el Génesis son Caín y Abel -los primeros humanos- quienes deciden por su cuenta hacer una ofrenda de agradecimiento a Jehová y cada uno presenta lo que su laboriosidad genera. Caín el agricultor unos vegetales. Abel el pastor una oveja robusta tatemada que elevó su aroma grato. Jehová inconforme recrimina a Caín por su tributo y alaba a Abel por el suyo. De ahí que Caín resentido se echa sobre su hermano Abel y lo mata.

Poner atención: Jehová no ha pedido las ofrendas, se las han rendido espontáneamente y su preferencia por una de ellas ocasiona el primer homicidio.

En la lectura muy recomendable y provechosa de la Biblia encontramos posteriormente otros tipos de ofrendas a Las Alturas que se basan en el agradecimiento, como es el de Caín y Abel asimismo se da el de Noé cuando termina el diluvio. Otras ofrend
as todas ellas sacrificando animales se rinden para suplicar favores, otras ya no gracias sino verdaderos milagros, algunas se hacen para anticipar el perdón de inminentes pecados de la familia, etc. Esto es, las ofrendas hacia las Alturas tienen varios propulsores y con el paso del tiempo logran más fama las peticiones de perdón por pecados perpetrados dada la imperfección humana. En pocas ocasiones la misma vida del pecador puede ofrecerse para migrar a la dicha eterna. Pero los humanos prefieren escabullirse y para no inmolarse ellos mismos por sus pecados cometidos, optan por sacrificar a otras criaturas en su nombre y así lavan sus culpas sin pasar por la pena de sufrirlas en cuerpo propio. Este recurso es el vicariato, es decir que sean otros quienes tomen mi lugar.

Volvamos a lo nuestro.

Tal es el sacrificio de Taurus. La Tauromaquia o Lucha con el Toro se nutre en los atavismos milenarios y nos alcanza en este siglo XXI como la tradición de un sacrificio no tan visible que recibe el impacto de los Usos y Costumbres de la modernidad y aunque la moda no es tan atropellada para cambiar la tauromaquia como se manifiesta en el resto de otras áreas si le ha impreso cambios. La coreografía e indumentos empleados sobre la arena en este Siglo XXI pudiera desconcertar a un practicante de aquellos tiempos en que se buscaba la ablución con sangre. Pero si ese viajero en el tiempo observara una ¨corrida de toros¨ caería en cuenta entrecerrando los ojos que debajo de lo novedoso persiste el antiguo rito. Y es que en la superficie la nuestra es una fiesta donde según la mayoría de los comentaristas que menosprecian la redención de los pecados se aplican más a tratar el solaz y esparcimiento de los que pagan su entrada (que ya no van como pecaminosos en búsqueda de perdón), y que son meros festejantes de feria que lo único que buscan es distraerse un poco y también echar relajo.

No es así. Después de una tarde taurina cuando se logra amalgamar el clamor popular con el arte del oficiante, ¿por qué los testigos salen de la plaza desahogados? Después del cumplimiento de la estética evolución de la danza con que el diestro acompaña los últimos minutos del toro, el pecho se les ha renovado y queda espacioso para recibir el aburrimiento pecaminoso de los siguientes días hasta que llegue la otra tarde y el otro desahogo. Por su parte muchos diestros en su interior desearían morir sobre la arena, frente al toro. Deseo no siempre externado, que indica que en el fondo del rito está agazapada la fascinación por la muerte culminante. A muchos toreros les gustaría morir frente a un toro; difícilmente este pensamiento pudiera considerarse como la fresa que coronaría un divertimento; por el contrario, es el profundo meollo del rito de la Tauromaquia.            

 

LA ACTUALIZACIÓN  

Es una perogrullada decir que al pasar los siglos se van agregando usos y costumbres a las conductas humanas y por supuesto ese el caso de la Tauromaquia. Pero hay que mencionar algunas adherencias sufridas por nuestro arte taurino. La tauromaquia llega desde los siglos pasados a nuestra circunstancia actual mezclando alguno de sus componentes y conservando otros intactos.   

 La modificación más obvia que acusa es la de la condición del toro bravo que ha sido traído de áreas agrestes a campos tranquilos donde
se les alimenta y se evita la mezcla de su sangre brava con fluidos mansos. Se antoja suponer que fueron las maniobras de los ganaderos, las talegas del público aficionado y los paladares contemporáneos los principales modificadores de la condición del toro actual. Hay otros muchos rasgos que al cambio del tiempo han dado otro rostro a la Tauromaquia y que trataremos en su momento.

Por ejemplo. La migración espacial del espectáculo -que llevó siglos- que en un principio se realizaba sobre la plancha cuadrada de una plaza pública y que ahora se disfruta dentro de una construcción circular más apropiada para el testimonio visual y control de la chusma. La explanada pública diseñada para las manifestaciones cívicas en veneración al monarca o en contra del tirano, fue aprovechada por los cultivadores de la Tauromaquia. Para acomodar las arremetidas de los toros y las escabullidas de los toreadores, el espacio tuvo que acotarse con trancas, barrotes, rejas y tablones para efectuar la fiesta taurina conteniendo a los mirones y dejando a otros quienes aprovecharon los balcones y ventanas de los edificios adyacentes. Esta puesta en escena sobre la explanada cívica fue obligada porque -diría el filósofo de Güémez- resultaba más fácil traer el espectáculo a la ciudad que llevar a las multitudes al campo abierto a que participaran del Rito. Esas condiciones transformadoras de la plancha urbana hicieron inevitable el despeje inicial de los curiosos antes del evento sobre la explanada. Fue una disposición indispensable en la plancha cívica donde los curiosos, paseantes, rufianes y demás caterva eran un estorbo para que los toros tuvieran más fijeza persecutoria en los atrevidos toreadores itinerantes que en los oriundos irresponsables. Al paso del tiempo se vio la conveniencia de edificar espacios apropiados para la coincidencia de humanos con fieras y se pensó en recuperar la experiencia de las construcciones ovaladas romanas donde los bestiarios y gladiadores además de luchar por sus vidas, lo hacían circundados por muchedumbres frenéticas. Los imaginativos urbanistas empezaron por ochavar las planchas cívicas para evitar los rincones propicios a las querencias. De la construcción ochavada pasaron a pensar en la circular. Migraron así del cuadrado cívico al círculo taurino que por cierto no se vincula ni lejanamente con la famosa expresión inversa de encontrar la cuadratura al círculo. Se ha conservado el término de Plaza de Toros a una construcción circular u ovalada que con mayor pertinencia geométrica también llaman ruedo, redondel, circo, embudo y hasta cono truncado invertido, pero persiste la preferencia por decirle plaza y además de acuerdo con el reglamento la siguen despejando, aunque el ruedo esté desolado.

Y luego tendríamos el asunto de llamar corridas de toros a los rituales que celebramos sobre el redondel arenoso. Las corridas fueron y siguen siendo las estampidas con que la chusma compartía y comparte con los animales el recorrido desde el desembarque hasta los patios en las que esperaba Taurus el momento de la lidia. Esas estampidas de los toros desde el lugar de la llegada a la ciudad hasta las corraletas donde los retenían antes del evento eran de tal suerte desordenadas que muchos humanos llegaban primero que los toros y éstos por su cuenta en su galope dejaban atrás a decenas de trastabillantes etílicos. Eso era (es), correr los toros. Es una corrida de toros que pocos hemos vivido y muchos menos participado.   

Tenemos otros añadidos a la tauromaquia algunos de los cuales fueron temporales y han desaparecido por la despreocupación de una generación que no hizo la entrega a las siguientes que por su parte no vieron la importancia en recibirlas y conservarlas. Otros rasgos ya reposan en algún texto traspapelado y polvoriento. Por ejemplo, es conocido el hecho que la actual muleta y su estaquillador y la función que los toreros les dan en estos días fueron en su origen una banderola con varilla aprovechada para ondearla e incitar al toro. Otro ejemplo sería la función que la esclavina tiene en la confección de un capote. Un conocido narrador de lidias aceptó no saber para qué servía la esclavina. Habría que señalar que no es un apéndice útil, sino una reminiscencia del original capote. No es adminículo que tenga uso para el quehacer taurino. El hecho es que los capotes todavía abrigan a los humanos y los protege de lluvia o frio. Parte de ese indumento es el refuerzo de la cobertura del cuello y hombros; asunto que se aclara si alguien se echa a la espalda un capote de lidia y si le diera uso cotidiano percibirá que la esclavina daría aún más protección a sus hombros. También el capote de luces despliega una esclavina bordada algunas veces más amplia que la del capote de brega. Ningún torero contemporáneo formal se atrevería a utilizar un capote sin esclavina, aunque no pudiera justificar su presencia. Hablando del capote de luces y su esclavina ornamental, El Pana algunas veces partió plaza con un sarape de Saltillo (población del México norteño, sin vinculación con la ganadería homónima), que en vez de esclavina lucía flecos blancos en sus extremos. No ha cundido esta modalidad; que por cierto y hablando de impronta de los tiempos, los sarapes de Saltillo que son cobertores de lana con franjas multicolores son una aportación artesanal de los tlaxcaltecas, paisanos de El Pana que fueron llevados en el inicio de la conquista española al norte del país para apaciguar a los oriundos de las latitudes norteñas.   

¡Al toro!

Después de milenios en los que se ha actualizado el Rito el tiempo no lo ha hecho irreconocible. Hay componentes rituales que permanecen sin ser carcomidos y que han llegado al Siglo XXI los que en verdad deseamos que permanezcan para siempre: 1) El Sacrificio del Toro. 2) La Exposición del oficiante al riesgo de muerte y 3) la Muchedumbre que parece desapercibida que en el rito se encarna en el torero como su vicario para el tributo a los dioses y lograr el consecuente perdón. A ver.

1)      El sacrificio del Toro.

Mantiene su importancia porque si no llega a culminar con la muerte del toro, el Rito queda mocho y no se eleva ya que el sacrificio carece del torrente de expiación. En nuestros días un toro regresado vivo a las corraletas es el escarnio sufrido por el oficiante, pero también un toro mal herido y tardo en su muerte sobre la arena aletarga la gloria del torero y el desahogo de la muchedumbre. Aún en las llamadas corridas incruentas (Portugal, Las Vegas), el toro ya toreado recibe la puntilla en las corraletas sin tener que sobresaltar a quienes después disfrutarán la hamburguesa o el rib eye. Pero de acuerdo con el Rito ha de morir a la vista de todos o en la discreción de la corraleta. Pocas veces mejor empleado el adjetivo de sepulcral para referirse al silencio multitudinario que precede a la estocada que culmina la lidia de Taurus. Cuando el toro rueda moribundo el público aplaude no por la alegría causada por su muerte sino por la ofrenda que significa su vida al misterio del más allá. En el Rito Taurómaco la sangre es necesaria para limpiar pecados. El toro no lleva delito alguno, no es culpable de falta alguna, pero en sus entrañas fluye la sangre brava que lava los pecados de quien como vicario de los observadores lo torea y la derrama para el acto colectivo de expiación. La necesidad atávica de verter sangre para cumplimentar el Rito se percibe aún en la actual suerte de varas. En ésta, el picador (que antaño era el protagonista del evento), provoca el derrame sanguíneo que cumpliría con el Rito, aunque en los tiempos actuales dicen que sangran al toro para ahormar la embestida como si la mayoría de las ganaderías actuales necesitaran de la pica (más agresiva en México), para que sus pupilos ataquen noblemente. Pocos han caído en cuenta que la llamada ahormada del toro es más asunto perpetrado años antes en las dehesas que salido de los flancos de la montura acorazada la tarde del ritual.

A menudo se olvida que en el actual ritual taurino los asistentes durante siglos han sido y siguen siendo observadores participantes que es la explicación de por qué el clamor que provoca el éxito del torero es un desahogo multitudinario de cargas acumuladas y la expiación de la culpa de masas que provoca lo bien hecho por el diestro. Son observadores participantes integrados emocionalmente al espectáculo. Comparten el éxtasis que logra el oficiante mismo cuando ejecuta los lances y pases y los esculpe con emoción estética. ¡Que exaltación nos inflama el pecho cuando el oficiante acompasa la embestida baja que es el intento del toro para levantar el engaño y tasajearlo en lo alto con los cuernos poderosos!  En esos instantes el diestro templa su arte humano con la bravura animal y pone esa unión al servicio de la estética. Hay que decir que no sólo lo bien logrado con acuerdo a la liturgia taurina genera el desbordamiento multitudinario de culpas, ya que las algaradas por su propio derecho también son desahogos que vienen desde los tendidos: las broncas con cojinizas también son taurinas. A falta del exuberante éxito taurino nuestras almas también se liberan cuando el ritual simplemente se cumple con escrupulosidad porque sólo así se guarda el equilibrio necesario del universo. Por eso el meticuloso orden de los momentos de la liturgia taurina no debe trastocarse ya que sería más que un insulto y herejía un verdadero atentado al orden planetario. El caminar del tiempo, sin embargo, opera insaciablemente y labra toda creación humana con cambios sutiles y al final de los siglos las criaturas tienen frente a sí algo parecido a la idea original de sus ancestros. Algunos pueblos taurinos ya tienen descartada la muerte del toro como el momento ritual culmen y por lo tanto la fiesta, su fiesta está trunca y no llega íntegra a sus días porque todos los toros se van vivos.  

2) La exposición del oficiante al riesgo de la muerte.

Los gritos de los asistentes alentando al torero a que sea valiente, que no le saque (el cuerpo al recorrido del cuerno), que le entre (a la dirección de la embestida), que le atore (se atraviese al viaje), que se plante (como árbol fijo). Nos parece que, si el toro no se siente desafiado por la lejanía del torero, no tiene por qué atacar. Entonces los gritos más que insultos a un trémulo oficiante son en el fondo reclamos de quienes que necesitan desahogos y que al no embestir el toro el torero no arriesga la vida en su nombre y la multitud no podrá limpiar su alma. Por eso urgen que el torero juegue con la muerte que juegue con su vida porque necesitan desbordar sus culpas y si el torero ¨le saca¨ se quedarán con ellas. Conviene aquí mencionar que los llamados terrenos del toro esos que hay que pisarles para que embista, también pueden entenderse como el espacio territorial que los vivientes tienen y que es un espacio de diferente superficie dentro del cual aceptan, rechazan o atacan a los intrusos. Dentro de ese territorio los vivientes permiten sin sobresalto que deambulen los de su especie. Pero si un intruso hombre o bestia ajena se adentra en ese espacio que tienen reservado para los de su especie responden huyendo o atacando. De la misma manera sobre la arena cada el toro domina un espacio vital en donde no acepta intrusos y por eso ataca o huye –si es manso--. Entonces cuando los aficionados azuzamos al torero a que provoque la embestida, estamos incitándole a que invada con elegancia el dominio territorial de la bestia metiendo el engaño suavemente —no sacudiéndole-- en su espacio vital para incitarla y así cuando se dé el ataque lo suavice con el temple indispensable para generar la emoción estética. De llegar a ligar varios pases sin tener que volver a sacarlo de su espacio vital, tendríamos el acabose. Esa coreografía don de pocos para emocionar a muchos tiene que escenificarse cerca del riesgo de muerte. Sólo así el desafío mortal del oficiante permite la experiencia cabal del vaho de la muerte y la emoción estética de la vida frágil. El capote o la muleta en cualquier momento pueden convertirse en mortaja.         

 

3)      La muchedumbre y su vicario.

En casi todos los deportes el protagonista es acompañado por la muchedumbre situada sobre los graderíos que se vincula emocionalmente en el ejercicio. Las excepciones notables serían las pruebas ultra maratónicas terrestres, acuáticas o sobre la nieve o dentro de las nubes en cuyos desarrollos resulta imposible el acompañamiento físico de los aficionados. Claro el recurso televisual nos permite acompañar a los atletas entre las nubes y hasta en la oscuridad abisal, pero el caso es que la relación de los que atestiguan y entran en comunión con los héroes no es la misma si cada uno prefiere arrellanarse frente a la pantalla domiciliaria o disolverse en los estadios vociferando a pleno pulmón en apoyo o protesta del desempeño del vicario que lleva la carga emocional de la multitud. Recordemos que la Tauromaquia no es deporte.

El sacrificio de Taurus es necesario para la descarga emocional de los practicantes. Mientras llega la culminación mortal, el torero escenifica con él frente a la muchedumbre un pas de deux en el que parece que la Parca traza su espiral dentro del coso esperando un pas faux para elevarse con la vida del oficiante y no la de la bestia cuyo paso al misterio es el acto final marcado por la liturgia en esos veinte minutos que lleva siglos transcurriendo.

Cherche la femme Esta expresión era (tal vez lo siga siendo), muy frecuente en la literatura detectivesca francesa en que para desentrañar cualquier caso policiaco debería empezarse con la búsqueda de La Mujer cuyos encantos pocas veces inocentes estaban casi siempre en la clave de la intriga. Pudiéramos actualizar ese imperativo --que en la actual circunstancia social se describiría como misógino--, para calibrar la evolución que ha tenido Ella en la Tauromaquia.

El acompañamiento femenino en los toros empezó con las doncellas insinuantes frente a Taurus, luego por asociación necesaria de Taurus con la agricultura las mujeres atendiendo otros quehaceres no convivieron con el cambio gradual del evento que se convirtió finalmente en faena varonil y al paso de las evoluciones siderales fueron quedando cada vez más alejadas de su confección. Los hombres, a caballo y a pie --caballeros y peones--añadieron con el tiempo más rasgos a la Fiesta sin que llegaran los aportes que pudieron dar las mujeres de haber permanecido junto a la evolución del ritual.

¨Si la mula dice no paso y la mujer me caso, la mula pasa y la mujer se casa¨ Esta conseja que no todos consideran misógina –y sin duda lo es—viene al caso porque la literatura taurina añeja registra en muchas páginas la resistencia de muchos a que toreen las mujeres y cuando algunas toreras lograban pisar la arena trataban el hecho como curiosidad, en el mejor de los casos y como una abierta herejía y en otros casos hasta la denigraban como desbarajuste hormonal. Por fortuna la perseverancia femenina triunfó y hace tiempo que se les otorgan Alternativas y se les asignan Fechas; ambos eventos con cuentagotas. Uno de los indicadores más estratégicos para evaluar la democratización de una sociedad es la cifra de la participación femenina en el campo abierto social fuera del enclave doméstico. En la Tauromaquia la presencia de las mujeres es minúscula y parece estática. Pero Habemus Toreras. Aunque no tantas como correspondería a la mitad de la población de las ocho repúblicas que legalmente realizan rituales taurinos. Es decepcionante la lentitud con que algunos componentes democráticos se incorporan a la Tauromaquia. Pero ¨ái la llevamos¨

 

 

EL NEGOCIO

 

¿Quiénes hicieron la proeza de regresar los toros a La México?

Fueron varios grupos los que lograron la reapertura de la Plaza México. Los grupos de presión taurina que alcanzamos a percibir registraron distintos pesos en la báscula que marcó el regreso. Nos atrevemos a ordenar esos grupos por su importancia. Tal vez el conglomerado determinante para el retorno de los óles, es el que ocupa los tendidos de Villa Melón. Habría que señalar que ese colectivo no está consciente de su fantástico poder, --como la nínfula de Nabokov—bien sabemos que ellos son los principales apoyos de la fiesta y aunque ellos mismos lo ignoran los señores comerciantes bien que lo registran en sus cuentas. Queremos decir que los comercializadores del espectáculo que le echaron los kilos determinantes a la báscula lo hicieron viendo de reojo a los tendidos. Y para bien de la Fiesta --los que viven de ella y los que sólo la disfrutamos-- primero los villamelones.

Existe otro grupo de alta presión. Es un grupo más consolidado. Es el de los comercializadores. Fueron ellos quienes sin perder de vista a los villamelones astutamente combinaron la figura legal del Apartado con el modelo del Abono para erigir un nuevo mecanismo que se emparenta con un atraco
en despoblado porque mantuvieron pegándola como chicle bajo la silla, La Reventa Programada que lleva siglos. Por si fuera poco, el boleto trae una afrenta impresa que la maquillan como Pago de Servicio. Apartado, Abono, Reventa, Servicio y Esquilmos. Ese fue el principal negocio. Escuchamos lloriqueos de aficionados que sintieron el abuso y que entre lágrimas y quejas compraron sus entradas. Los que interrogué me dijeron que después de todo, que bueno que habían vuelto los toros. A ellos los resignados y a los que quedaron inconformes les he de recordar irreverentemente que Jesucristo se compadeció de ladrones, traidores, asesinos, prostitutas, apedreadores de coquetas, pero cuando le tocó lidiar con comerciantes les soltó algunos chicotazos. Lo menciono con todo respeto, como está de moda decir.

Fue el aguijón de esa pingüe ganancia que les picoteó en las costillas a los interesados para desplegar la batalla contra los textos legales mal redactados y peor fundados a escudriñar encierros, a buscar entre los diestros anhelantes, someterse a los mandones. Una escaramuza que ganaron al menos momentáneamente. Faltaría agregar el revoloteo de comerciantes que se complacen con el doble costo de la renta de cojines voladores que tiene dos versiones:  el costo impreso en la lona y el reclamado por el afanoso comerciante que hasta vende los programas que fueron impresos para su distribución gratuita. El cuidador de autos que permite que permanezcan en lugares públicos por un moche. Por supuesto que hay buhoneros nobles que cumplen con su honesto quehacer, pero son los menos.

Otro grupo influyente -que no alcanzó a ser determinante- es el de los diletantes taurinos, que durante la veda y también durante las temporadas normales, dictaminan sobre la tradición milenaria. En esta sequía fueron quienes atendieron con sabrosura, aunque no siempre juiciosamente la importancia de la tauromaquia con micrófonos, teclados cibernéticos, sobre mesas de conferencias, comilonas, lugares comunes y en distintos ámbitos de la chorcha taurina.

 

Bueno. Una vez intentada y tal vez lograda la explicación del El Rito, El Negocio y El Espectáculo vinculada a la Tauromaquia podríamos proponer un juego para explicarnos lo acontecido y eventualmente entender el significado de El Regreso de la Fiesta. ¿Usted como empezaría a comentar el retorno de la Fiesta? ¿Qué le llamó más la atención?...

Pero antes de que conteste permítame dar el acceso a una autora aparentemente ajena a la Tauromaquia y cuya genialidad consiste en ligar las matemáticas con la literatura y otras artes. Sarah Hart es una matemática geómetra sobresaliente que en su libro Once Upon a Prime dedica su genial don a recorrer muchas vinculaciones que han sido descubiertas por genios matemáticos, y literarios, así como pintores. El hecho que nosotros propongamos el triángulo El Rito, El Negocio y El Espectáculo para analizar y entender nuestra afición y que resulta ser una construcción geométrica nos hace quedar en el dominio conceptual de Sarah Hart. En el anterior párrafo hago la proposición central de mi disertación y que es proponer El Rito, El Espectáculo y El Negocio como las querencias que acotan a La Fiesta de la Tauromaquia. Considerando las distintas permutas que se originan con este trio, --tenemos que decidir con cuál de los tres términos empezaríamos a comentar lo visto. Hay seis secuencias para disertar alguna de las cuales nos cuadra mejor. ¿Cómo empezamos? Piense en cómo le empezaría a contarle a un amigo lo que Usted vio en el serial taurino.

 

1a) El Rito. La Actualización. El Negocio.

) El Rito. El Negocio. La Actualización.

3ª) La Actualización. El Rito. El Negocio

4ª) La Actualización. El Negocio. El Rito.

5ª) El Negocio. La Actualización. El Rito

6ª) El Negocio. El Rito. La Actualización.

                                                                                                                                                           (El autor con la Matadora mexicana  Hilda Tenorio) 

Si opta por la primera secuencia: ¨Ya necesitaba estar en la plaza llena con la gente alborotada. (Rito). No me gustó que el torero de más alterativa no haya confirmado, debió hacerlo. Los toros apenas cumplieron. (Actualización) Pero se mandaron con los precios. (Negocio). ¨ 

O la sexta secuencia: ¨ ¡Esos precios, luego salen en las Mañaneras de que no hay inflación! (Negocio). Ver el despeje y el paseíllo, eso vale la entrada. (Rito). Debieron darles mejor fecha a las toreras. (Actualización)¨.

En el caso de la cuarta secuencia: ¨Me gustó que la sinfónica estuviera en el ruedo. (Actualización). Bonita la plaza llena.  ¿Cuántos millones habrán ganado? (Negocio). Ya no deberían matar a los toros, ya ven, a la torera se le fue vivo uno, se me hace que ella no lo quería matar. (Rito

Etc.

Por último, lectores sobrevivientes: si añadimos en nuestras seis permutas Me gustó, No me gustó, en cada uno de los vértices, las posibles conversaciones se elevan (me dice mi consultor aritmético) a 48, casi a medio centenar, y si ustedes los aficionados osan armar tamaño bodrio podrían colmar los días necesarios hasta que volvieran a sonar los parches y bronces taurinos.

FIN

 

 


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