PITÓN DERECHO Para ser buen fotógrafo de cualquier actividad, el fotógrafo tiene que adentrarse en el tema y hasta disfrutarlo porque si no lo hace, las fotos nomás salen, sin decir nada, simples testimonios sin magnitud de la trascendencia. Ahora imaginemos a un pintor taurino. Está claro que si no le gusta el arte taurino solamente le salen los cuadros con toros y toreros y capotazos. Aunque venda mucho los cuadros. Pero si su afición taurina se adosa a la destreza técnica entonces con el pincel podrá abrir el lienzo como ventana para que se cuele la estética inmovilizada de un pase conmovedor.
PITÓN IZQUIERDO En la Tauromaquia de Pancho Flores, entre un medio centenar de óleos, aflora un derechazo de Capetillo. Con esa pintura Pancho Flores dice todo lo que se ha dicho con motivo del recientemente fallecido artista de la tauromaquia. Además, a colores. Se percibe el porte altísimo, para ser torero, de Manuel Capetillo. Necesitaba la inclinación para la reunión con el toro. Alto, de brazos longos sus muletazos tardaban en despedir al toro. Era el mismo tiempo que se dilataba el óle en las gargantas. La pintura de Flores cristaliza el momento pero, y esto es la magia del arte, deja que el ritmo siga embelleciendo el pase. La magia también aparece en las fotos de los periódicos.
PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Ese alargamiento de brazos, piernas y tiempo obligaba al temple. Sin el temple un pase con ese formato de geometría y duración no sería otra cosa que un largo trazo desabrido. Pero con la sazón del temple, con esa sincronía de latidos y óles unísonos y el amalgamiento de muleta y cornamenta lo superfluo se margina y sólo quedaba la belleza evolucionando con telas, colores, cuernos y oros. Eso lo lograba Manuel Capetillo con mucha frecuencia y según aprecio, su hijo Guillermo hubiera sido el heredero de tan distinguida dote taurómaca. Lástima que se le haya ido la enjundia entre tanta tele comedia, pero según el supra escrito, Guillermo Capetillo resulta ser el gran deudor de la dinastía porque no quiso disfrutar el sol y el oro y prefirió los reflectores.
PITÓN DERECHO Tuve la rara fortuna de ver aquella cogida del tórax en la México, Corrida 13 de la temporada, en marzo del 59. Cuando el toro Camisero lo prendió Capetillo se asió firme y desesperadamente del cuerno y con ambas puños crispados hizo una especie de arandela para que no siguiera el cuerno hendiendo carne y astillando huesos rumbo al corazón. Esa defensa no impidió que el toro lo zarandeara durante algunos segundos interminables pero evitó mayores daños. Tampoco se salvó de una convalecencia larga y expectante. Conservó la vida y todavía entregó algunas tardes memorables.
PITÓN DERECHO, OTRA VEZ En Las Cornadas, Ignacio Solares transcribe las palabras de Capetillo, quien recuerda que una medalla de oro que portaba esa tarde aciaga había desaparecido durante el trágico zangoloteo. Tiempo después el valuador de una oficina del Monte de Piedad y se la devolvió abollada y con valor sentimental acrecentado. .
PITÓN IZQUIERDO No fue Campos Licastro el médico que lo atendió sino Luis Niebla Ruiz.
DESPLANTE Otro eslabón de una gran dinastía que se incorpora a la memoria colectiva de los aficionados.
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