PITÓN DERECHO Ahora que estamos en los festejos anacrónicos del centenario y bicentenario de dos episodios torales en la historia mexicana, hurgando anécdotas de Villa para exponerlo en una charla literaria, reencontré un escritor norteamericano, injustamente excluido de los catálogos de los historiadores importantes de México, que da noticias del Centauro del Norte como sólo los fuereños pueden hacerlo.
PITÓN IZQUIERDO Se trata de John Reed, reportero norteamericano que estuvo con Villa unos años acompañándolo en sus batallas y gozó la oportunidad de conversar mucho con él. Escribió una pequeña obra llamada México Insurgente, que por cierto fue motivo de un rollo fílmico deplorable. De esas pláticas dio cuenta sabrosa de los temas que surgieron al chisporroteo de las fogatas y que nos dicen mucho de Villa y por supuesto del mismo Reed, cuyas preguntas y métodos para abordar la conversación eran (y son ) envidiables.
PERDIÉNDOLE LA CARA Este John Reed tuvo tanta certeza en sus reportes y sagacidad en su periodismo que convivió con los comunistas durante la revolución rusa del 17. Escribió “Diez Días que Conmovieron al Mundo”, un libro tan hecho al gusto de los triunfadores, que durante mucho tiempo el fue el único norteamericano sepultado en el Kremlin, ya que murió muy joven, en tierras rusas.
REGRESANDO AL TORO Nos cuenta que Villa era muy aficionado a las peleas de gallos y a las corridas de toros. Dice Reed, “Nunca perdía una corrida de toros, todas las tardes, a las cuatro, se le encontraba en la gallera, donde peleaban sus propios gallos con la entusiasta alegría de un muchacho (...) En ocasiones ya avanzada la mañana, mandaba buscar con un correo rápido a Luis León, el torero; llamaba personalmente por teléfono al matador, preguntando si tenían algunos toros bravos en el corral. Casi siempre los tenían y entonces corríamos a caballo por las calles, como más de medio kilómetro a los grandes corrales de adobe.”
PITÓN DERECHO Sigue Reed, “Veinte vaqueros separaban al toro de la manada, lo derribaban y ataban apara recortarle los cuernos. Entonces, Villa, Luis León y todo el que quería, tomaba las capas rojas profesionales del toreo y bajaba a la arena. Luis León, con la cautela del conocedor, Villa tan porfiado y tosco como el toro, nada ligero con los pies, pero rápido como un animal con el cuerpo y los brazos. Villa se iba directamente hasta el animal que piafaba enfurecido, y lo golpeaba, atrevido, en la cara, con la capa doble y así, por media hora, practicaba el deporte más grande que jamás he visto. Algunas veces, los cuernos recortados del toro alcanzaban a Villa en las asentaderas de su pantalones y lo lanzaban a través del coso; entonces se revolvía y cogía al animal por los cuernos luchaba con él, bañado de sudor el rostro, hasta que cinco o seis compañeros se colgaban de la cola del toro y lo arrastraban bramando y levantando una gran polvareda”
PITÓN DERECHO, OTRA VEZ Otro personaje de la revolución centenaria, quien por cierto prohibió las corridas de toros de 1916 a 1920, fue Venustiano Carranza. Por supuesto que algunos lo aplaudieron (Los aprehensivos de los lagos hemáticos) y otros debieron refunfuñar insultos (Los gaonistas del momento) Pero lo que no alcanzó a saber el Varón de Cuatro Ciénegas, porque se atravesó Tlaxcalantongo, fue que uno de sus sobrinos nietos partiría plaza enfundado en un terno de luces y marcaría la tauromaquia mexicana para siempre.
PITÓN IZQUIERDO Manolo Martínez toreó con tal arte que recompensó sobradamente a la afición mexicana de aquel lustro ayuno por tosquedad e insensibilidad su tío abuelo. Su arte va a durar por generaciones ya que, quienes lo vimos, dejaremos modestas letras al menos para lectura de algunos y para los más, tendrán imágenes cibernéticas replicadas al infinito de quienes no tuvieron la suerte de pasmarse con su señorío en tiempo real, como ahora se estila decir.
PITÓN IZQUIERDO, OTRA VEZ Regresemos al toro del bicentenario: la vena taurómaca de Miguel Hidalgo y Costilla es más conocida y comentada: fue ganadero de reses bravas y además torero, al igual que Morelos y Allende, quienes sin apacentar ganado, echaban la pierna enfundada en botas federicas, frente al toro.
DESPLANTE Si hablamos de las dos celebraciones belicosas, tendremos que reconocer las ricas personalidades de esos nuestros héroes de corazones con fondo suficiente para que pudieran coexistir anhelos de libertad colectiva y un sentido de sacrifico por ideales invisibles y, también con espacio para las verdades tangibles, como es el toreo donde el que muere, también lo hace de veras.
2 comentarios:
Eugenio: Su blog es muy interesante. Lo acabo de descubrir y lo seguiré en lo sucesivo.
Un saludo dese Torreón.
Impresionante y muy ilustrativo, sin duda me uno a su blog, muy agradecido por compartir
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