viernes, 23 de diciembre de 2011

SIGUEN LAS PREGUNTAS

PITÓN DERECHO Los fantasmas preguntones se revuelven en un palmo. Contestarles es como no quitarles el engaño: se enganchan de nuevo y vuelven a embestir con las preguntas.  He preparado otras respuestas sobre la tauromaquia. Ahora sospecho que los espantos se interesan en saber cuáles son las lecturas que, en mi caso, han develado el escenario taurino y exhibido los entretelones de la fiesta.

PITÓN IZQUIERDO APRENDIENDO A VIVIR La misoginia taurómaca es reconocida. Este es un libro donde Conchita Cintrón magnífica narradora, buena para sugerir y parca para entrar a los detalles con elegancia ilumina las oscuridades donde se agazapan los contrarios a la presencia de las mujeres en cualquier claustro taurino, menos en los tendidos o en los tablados. Además, la elegancia no sólo está en la redacción sino también en lo recomendable a los toreros. “Hoy los toreros (salvo raras y honrosas excepciones) carecen de escuela. Escupen, se rascan, y saludan con la toalla, además de morder el capote porque no lo saben manejar con las dos manos”. Ella en sus obras, particularmente en ésta, al narrar sus andanzas no puede evitar, tal vez ni lo quiere, señalar los obstáculos que todos los toreros encuentran y ella tuvo que superar para llegar a donde llegó. Tuvo, por ser mujer, un grado de dificultad extra por querer  mandar en un ambiente machista y que los escollos por ella sorteados no son parte del escenario usual de un varón torero. Obstáculo por obstáculo que los misóginos iban colocando, fueron superados por su talento de caballista y torera. No pudo, finalmente triunfar vestida de luces sobre los alberos de las plazas y ella nos dejó como referente de su grandeza  la increíble templanza para no amargarse.

PITÓN DERECHO El Otro…Rincón, de Darío Piedrahíta. Uno de los pocos escritores que ha escrito de toros y lo ha sido todo en la fiesta: becerrista, novillero, matador, apoderado, empresario, dirigente del gremio, relegado y escritor. Órale. Es un viaje guiado por la ruta de los antros de la fiesta. Hay  personajes pintorescos, otros son  lúgubres, aquellos solidarios, éstos taimados ventajistas, los menos  amigos entrañables y maestros admirados. Todos bullen en la subcultura internacional de la colonia taurina que aún persiste. En algunos momentos parece que la inocencia le dicta los párrafos, pero en otros se entrevé que es lidia elegante con que escoge las palabras que emplea para sólo rozar las querellas. Aún así, son desalentadoras y deprimentes las vicisitudes (escuetas o exageradas), que tienen que sortear los profanos de la fiesta. Ay de aquellos que consideran que su arte se mancilla cuando se someten a compromisos denigrantes. No pueden llegar lejos. ¿Y qué decir de los primeros en beneficiarse económicamente por el arrojo, arte y suerte del torero?

PITÓN IZQUIERDO Historia y Tauromaquia Mexicana  José de J. Núñez y Domínguez. Una delicia. Una “margarita” o sea falena (es decir una flor que indistintamente puede ser insecto), es decir una franca callejera, a quien le apodaban La Torera por su revoloteo constante entre los toreros de mediados del siglo XIX mexicano, le roba momentáneamente el corazón a Antonio López de Santa Anna y aprovecha la enajenación de alcoba para vestirse con los atuendos de su Alteza Serenísima. En eso le va la vida. Sabrosa anécdota entre otras cincuenta que nos permiten asomarnos sobre las barreras de siglos anteriores y respirar el aire taurino y observar el paseíllo de tantos personajes anónimos y otros no tanto. Bernardo Gaviño, un torero español que vivió y murió en México, tuvo que pelear contra salteadores de camino y sobrevivir para poder torear en una feria pueblerina, muy al norte de la desolación mexicana. Esta Historia es un recuerdo de cómo el valor frente al toro es consistente con el requerido para soportar el asedio de una gavilla armada a mitad del desierto. El resto del libro ilustra, también, sobre  la capacidad de los humanos para descubrir las sutilezas del arte entre las polvaredas que levantan los toros y que se mezclan (las polvaredas), con los humos de las fritangas de tarde de corrida.

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