EL TORO MEXICANO
Cuando embisten
sobre la arena está a la vista la diferencia entre los toros mexicanos y los ibéricos;
debemos precisar que hablamos del comportamiento típico. Para acercarse al
entendimiento de esa conducta deben ponerse en orden de importancia los
factores que convergen en tal desempeño. De inmediato salta a la vista el
asunto del clima y de la latitud en que ambos ganados pacen desde hace
quinientos años en el caso del primero y miles en el segundo. Entre varios autores interesados en
esos temas taurinos Guillermo H. Cantú dice: ¨…en las diferencias entre el toro
español y el toro mexicano incide importantemente el factor geográfico con
todas las implicaciones que ello tiene en el clima, suelo, economía,
alimentación y, sobre todo, en el temperamento y propósitos de quienes habitan
determinada región ganaderos incluidos.¨[1]
Por nuestra cuenta queremos ordenar por su importancia los factores que
percibimos.
Vamos a tratar
del comportamiento ambos toros de lidia sobre la arena y sostenemos que hay
factores determinantes, influyentes y secundarios.
Postulamos que
tanto el clima como la latitud son los dos factores determinantes para
el desempeño de los encierros y luego proponemos los factores influyentes como
serían el criterio selectivo del ganadero, la alimentación diseñada en
laboratorio y los gustos del público aficionado que compra su entrada. Otra
añadidura: ese comportamiento de los toros incluyen otros
factores secundarios tales como la preferencia de las Figuras que (cuando
pueden), moldean a su antojo las embestidas y con ello moldean también el
espectáculo que arraigan en cada vez menos aficionados. La Empresa sería otro
personaje que en componendas con los Apoderados frecuentemente incluyen y
borran de los carteles ganaderías porque sí y porque no. En este ensayo
trataremos sólo los factores determinantes.
Empecemos. Los
inviernos que se presentan en la latitud norte de 15º a 30º (que acotan el
horizonte mexicano) y de 36º a 43º (en
el caso del país español), tienen registros térmicos muy distanciados de tal
manera que en España no agendan espectáculos taurinos en invierno mientras que en
México es la estación propicia para desarrollar la temporada principal en la más
importante plaza del país.
Al mediodía español donde pastan la mayoría de las ganaderías
bravas, hay nevadas invernales con
pocas excepciones (Cádiz, Huelva, Córdoba, Jaén). En el norte se descargan por
todos lados. Esto es, la mayor parte de las ganaderías ibéricas están pastando
sobre un territorio que se alfombra de nieve en los inviernos.
El ganado que
vive en campo abierto bajo tales meteoros estacionales necesariamente
desarrolla un temperamento distinto. El máximo--mínimo moderado del termómetro iría
más acorde con un temperamento pastueño y la extremosa fluctuación con uno más
agresivo. Cierto que los toros de lidia viven de cuatro a cinco inviernos pero
sus progenitores cuando menos el doble y el animal no sólo responde al instinto
sino también a la enseñanza de quienes los rodean.
La llamada Ley
Hesse dicta que en las latitudes norteñas los cuerpos de los animales son más
corpulentos debido a la relación óptima entre el peso corporal y el corazón
para mantener la temperatura. Esos es, al norte los cuerpos de los animales requieren
más masa corporal para mantener el calor y en el sur donde no es tan frio el
invierno, no habría necesidad de esa corpulencia. La comparación entre los osos
polares y los de los bosques ecuatoriales, el tigre siberiano y el bengalí, los
alces escandinavos y los venados del altiplano americano, los búfalos nativos de
las praderas de norte américa comparados con cualquier animal oriundo sureño,
etc. parecen ilustrar su dicho. La distancia entre los 30º norteños de México y
los 36º sureños de España, en línea del
meridiano son aproximadamente 1,300 kilómetros y representan mucha diferencia
en los inviernos.
Tom Lea nos
informa que en el libro The Longhorns de Frank Dobies, se dice que en 1521 un
tal Gregorio Villalobos trajo el primer ganado de las islas caribeñas a
Veracruz y que venía ganado prieto y
ganado corriente.[2]
El primero era el usual para las corridas y el segundo para alimento y estamos
en 1521 y ya existían toros bravos y toros mansos. Ahora bien,
ambos tipos de bovinos a su arribo forzado tuvieron que soportar otros
inviernos, rumiar pastos desacostumbrados, recibir otra sabiduría de los ganaderos
de otra raza y además bajo el peso de otra lectura barométrica; todos esas
alteraciones del entorno necesariamente con el paso del tiempo les herraron diferencias
significativas
con sus antepasados ibéricos.
Apenas habían
transcurrido cinco años desde la conquista y de la llegada del ganado prieto y
de carne y el 13 de septiembre de 1526, Hernando Cortés informa al Rey Carlos V
de España: ¨ Otro día, que fue de San
Juan (…) estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas
y (…) [3]
Desde entonces la
relación festiva entre mexicanos y toros bravos no se ha interrumpido. El toro ha
permanecido bajo la bóveda del verano e invierno mexicanos, sobre un cierto tipo
de suelo salitroso, digiriendo alimentos del rumbo y sujeto al particular gusto
de los aficionados locales. Es así como ahora en los principios del Siglo XXI sale
a la arena en México un toro distinto al que desembarcó Villalobos. Desconocemos
si existe un registro en que se documente minuciosamente el procedimiento de
selección (si es que hubo), de toro bravo de algún criador previo a Llaguno, ganadero mexicano cuya biografía es consulta obligada
para este tema.[4]
Volvamos al clima
y latitud. Diferentes autores han dedicado sus cavilaciones sobre la especiación,
que es el término para referirse a un proceso mediante el cual vegetales o
animales sometidos a cambios en los climas, los nutrientes, las latitudes y los
asilamientos geográficos, al paso del tiempo pueden devenir en
otras especies.
Entre estos autores
destacan Richard Goldschmidt que dice que las mutaciones cromosómicas se
acumulan en los individuos hasta que en un brinco súbito revienta en una nueva
especie y esto puede suceder en corto plazo. Luego Ernest Mayr niega el
concepto de especies porque según él, son simples grupos aislados pero habla de
los cambios que produce el aislamiento
geográfico en los animales. Allen dice que los animales norteños tienen
apéndices más reducidos que los sureños (las orejas de los osos polares
comparadas con las de los ecuatoriales), evidencia que él acredita a las temperaturas
diferenciales. También Alpheus Hyatt aporta su idea de cómo una especie
gradualmente se transforma en otra.[5]
Dichas afirmaciones son tomadas como especulaciones altamente cuestionadas y
pocas se han considerado como hipótesis científicas viables, pero no dejan de mantenernos
en suspenso, tanto a los creacionistas confesos como a los evolucionistas recalcitrantes.
Aun en el caso
que tales conjeturas fueran armadas como hipótesis y sometidas a un experimento
bajo control estadístico con niveles apropiados de significación faltaría
todavía la validez en el caso que nos ocupa: el toro mexicano. Por el momento carecemos
(o no conocemos) de argumentos científicos
fehacientes que expliquen la diferencia que nos ocupa, afortunadamente a falta
de ellos… nosotros tenemos otros datos.
Son estos. Hay
un testimonio contundente de que hace más de doscientos años había aparecido un
tipo de toro mexicano de lidia distinto al español. El arquitecto y
escultor valenciano avecindado por años en la Nueva España Manuel Tolsá, en su diseño presentado el 23 de mayo de
1793, de una plaza de toros para construirse en la ciudad de México, para 7896 [6]
espectadores propone una construcción ¨…a
diferencia de ser su diámetro algo menor a causa que los toros de ésta no son de
la bravanza y resistencia que los de España…¨
Poseemos
entonces los datos que las condiciones del toro mexicano fueron incorporadas a un proyecto de
plaza cien años antes que Llaguno aplicara su meticulosa vocación ganadera para
crear su hato.[7]
Sigue Tolsá: ¨…y
que el cuarto o lumbrera para el excelentísimo señor Virrey es más magnífico
que el que tiene la plaza de Madrid para el magistrado que la preside,…¨ Con
esta última afirmación descubrimos que al menos conocía de vista el coso madrileño.
Todavía nos queda otro dato: Llaguno trajo sementales de España y los cruzó con vacas mexicanas[8].Esto
es, un ganadero tan perspicaz como él debió percibir cualidades en tales
vientres criollos como para no menoscabar las virtudes que él buscaba que los
sementales ultramarinos transmitieran. Esas vacas criollas ¿de dónde procedían?
¿Qué recorrido habían trazado desde que bajaron las primeras generaciones de
las carabelas? Las buenas notas que Llaguno detectó y acentuó ¿cómo las habían
heredado? ¿Existió un ganadero ignoto que hubiera preferido este vientre al otro
o este semental a aquel y además llevar minuciosamente su sabiduría? Si no hubo tal detallista criador de bravo los
cuatrocientos inviernos moderados (transcurridos hasta que Llaguno creó su
ganadería), con lecturas barométricas diferentes y de rumiar pasturas oriundas
(en el caso de importación de granos, forrajes y hierbas de todas maneras éstos
estuvieron sometidos a condiciones climatológicas y composición de suelos que en
algo modificaron su condición original), y de vivir en latitudes sureñas debieron
ser suficientes para dejar una impronta en esas vacas criollas que el ganadero Llaguno
consideró valiosa para ligarla con
Saltillo y obtener finalmente --también con hembras de España, la llamada sangre
del toro mexicano tan lograda en San Mateo y Torrecillas y en los escurrimientos
a otras vacadas.
Una vez logrado
el toro diferente ¿que se dice del toro mexicano?
Manolete: Hablando
del toro Espinoso de Torrecillas: ¨…es la mejor faena que he hecho en México, es
quizá la mejor de mi vida, o por lo menos la segunda…¨[9]
¨Un toro de
Sinekuel que estoqueó en Mérida de Yucatán, había sido el de mayor nobleza de
cuantos había toreado en su vida. El propio Manuel consideraba con él realizó
su mejor faena.¨ [10]
El escritor
taurino Filiberto Mira: ¨Por otra parte, con rotundidad manifiesto que jamás
pude imaginar que existieran unos toros tan excepcionalmente nobles -la suya una calidad asombrosa- como los de
la ganadería mexicana de Garfias que
admiré en 1980, en diversas plazas de su fascinante nación. Sin toros mexicanos
de ensueño no hubieran sido posibles las lidias completas de Armillita,
las templanzas infinitas de Silverio y las
torerísimas fantasías –felices realidades- de El Calesero. Tampoco hubieran podido torear con tanta personalidad: Chicuelo,
Cagancho o Manolete[11](Cursivas
nuestras).
Darío Piedrahíta
dice: ¨Pepe [Camará], sostenía que México era muy beneficioso para los toreros,
ya que algunos que toreaban muy de prisa, habían terminado toreando con
lentitud, después de estar en México. El toro mexicano tiene esa
característica: embiste a veces, en cámara lenta y el torero tiene que templarlo y llevarlo
muy despacio¨[12].
Carlos León
escribió: ¨Frente a la dócil embestida de la mayoría del ganado mexicano, hay
que ser menos lidiador, pero más torero. La lidia, en su función de pugna, de
pelea, casi no existe con nuestras reses. Aquí hay que venir a sentir, a vivir
hondamente el toreo; a ser un artífice, más que un trabajador. Y el arte no
tiene prisas…¨[13]
Nos informa Francisco
Solares que la esposa de un importante ganadero español después de una gran
tarde de Manolo Martínez en la península ibérica (había dicho): ¨Ay, Manolo
toreaste tan bonito que te parecías a Paco Camino. Si señora, es que los toros
parecían de San Mateo¨ [14]
Paco Ureña (Canal
11/2-XII-2019), dijo a Heriberto Murrieta y Rafael Cué: ¨El toro mexicano
cuando embiste es el mejor del mundo¨.
Bien. Al aceptar
el axioma que el toro es el meollo del espectáculo y si al mismo tiempo se reconoce
que el toro bravo mexicano incuestionablemente da un juego diferente al ibérico,
entonces los diestros que los enfrentan están exigidos a una calidad
diferencial
de toreo según el respectivo tipo divergente de toro. Aunque el ritual taurino se cumpla ¨a la
usanza española¨ al embestir sobre la arena un toro mexicano y un diestro que
lo entiende experimentamos una dimensión distinta y tenemos que soltar un óle con más fondo y de mayor recorrido. Órale.
[1] CANTÚ Guillermo H. MUERTE DE AZÚCAR Substancia Taurina de México
(México, 1984) Editorial Diana.256 pp. La cita está en las 126.
[2] CRAVER Rebeca and MARGO Adair TOM LEA. An
oral history (USA, 1995) UTEP. 185 pp. La mención está
en la 99.
[3] CORTÉS, Hernán CARTAS DE RELACIÓN (México, 1988) Editorial Porrúa,
¨Sepan Cuántos¨…Núm. 7. 331 pp. La cita está en la 275.
[4] NIÑO DE RIVERA Luis SANGRE LLAGUNO La razón de ser del toro bravo
mexicano (México, 2013) Punto de Lectura. 542 pp. Más fotografías.
[5] BOTHAMLEY Jennifer DICTIONARY OF THEORIES One
stop to more than 5,000 theories (USA, 1993) Visible Ink Press. 637 pp.
[6] PINONCELLY Salvador MANUEL TOLSÁ Arquitecto y escultor (México,
1960) Cuadernos de Lectura Popular. 194 pp. La cita está en la 189.
[7] FLORES HERNÁNDESZ Benjamín. ESTUDIOS DE HISTORIA NOVOHISPANA #7
(México) UNAM. La cita está en la p. 193.
[8] NIÑO DE RIVERA, opus cit. pp.18, 27, 33, 35 etc.
[9] ALAMEDA José La Pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo (México, 1980) Grijalbo. (109 pp.) La cita
está en la 50.
[10] MIRA Filiberto HIERROS Y ENCASTES DEL TORO DE LIDIA (España, 1999) Biblioteca
Guadalquivir, 678 pp. con índice. Lo citado está en la 419.
[11] MIRA, Filiberto Op cit. P 415.
[12] PIEDRAHÍTA, Darío ¨Dapie¨ EL OTRO…RINCÓN. Su verdadera historia
(Colombia, 1996) Forma e Impresos. 248 pp. La cita se encuentra en la 165.
[13] GUARNER Enrique CRÓNICAS DE CARLOS LEÓN (México, 1987) DIANA. 437
pp. La cita en la p. 37
[14] SOLARES Francisco. Diario LA VOZ DE LA FRONTERA. Deportes 5D.
(Mexicali, B.C.) Sábado 17 de agosto 1996. Lo citado está en al apartado Los Rostros de la Figura.
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