PATIO DE CUADRILLAS Iteramos
que todas las plazas de toros del mundo tienen dos reglamentos, aseveración que no ha recibido desmentidos. 1º
El Reglamento establecido por la autoridad municipal que resulta ser el
viacrucis que debe transitar el delegado, juez o presidente de la corrida y el
2º, Los Usos y Costumbres no
encuadernado aunque es del conocimiento de los lugareños mismos que se
regocijan en la fiesta y hasta se pitorrean ocasionalmente del reglamento
escrito, aun cuando no lo conozcan. Tal vez la totalidad de las broncas que se
dan de tarde en tarde no sea otro
asunto que la interpretación de ambos reglamentos.
LIÁNDOSE EL CAPOTE Conocer
Los Usos y Costumbres de Doxey[1]
fue uno de incentivos que me llevó a esa plaza en el Estado de Hidalgo. Está a
52 kilómetros en línea recta al oeste de la capital Pachuca y es una de la
veintena de cosos similares dispersos en el territorio con montañas y llanuras
del estado que cuenta además con una docena de ganaderías de reses bravas. El
cupo es de unos dos mil aficionados y a 60 kilómetros a la redonda están las
plazas de Vicente Segura en Pachuca, la del Carmen en Caxuxi y cortijos del
Brillante de Tlaxcoapan, La Ilusión de Tepetates y Puerta Grande en Tilcuautla, donde
habitualmente se disfrutan rituales taurinos.
TALLANDO LA TIZA Un
anuncio al lado de la carretera nos lleva a una mujer que atiende un brasero. Está
preparando quesadillas de escamoles y chicharrones prensados. Al sentarnos en torno de la
elemental mesa, sabemos que la carta es más amplia: pulque, tacos, quesadillas,
café, refrescos embotellados. Decidimos por los escamoles, chicharrones y
pulque curado de pistache aunque también había blanco. ¡Qué bien se llevan los
escamoles con el curado de pistache! Sin anotación escrita la doña recuerda los
bocadillos y presenta la cuenta exacta. Al llegar a la plaza una hora más tarde
rematamos con un elote asado emplastado con mayonesa, revestido con ralladuras
de queso, con graffiti de polvo de chile
rojo y ensartado en un palillo higiénico reusable que impide la transferencia
del menjurje a las manos aunque no a la cara.
CIELO ANDALUZ Mi grupo
está formado por Luis Gallardo un matador de toros que es el instructor de El
Maletilla, un adolescente que participará y mi tocayo, padre del matador. Los
tres son miembros de la Escuela Taurina Jorge Gutiérrez con sede en Pachuca,
Hidalgo. Tiene funcionando unos diez años. Además de El Maletilla en esa
escuela asisten una decena de niños y adolescentes aprendiendo a amalgamar el
miedo con la técnica para desarrollar la creatividad artística frente al
peligro provocado por ellos mismos: una bestia que ataca sin adiestramiento
previo.
CAMBIANDO LA SEDA POR EL PERCAL Llegamos a Doxey tierra Ñañú,
hábitat de una de las sesenta etnias que persisten en México con su idioma,
historia y costumbres. El asentamiento
no se distingue de otros del centro del país. Claro en quinientos años de interpenetración
cultural la etnia ha incorporado muchos rasgos del mestizaje mexicano del
rumbo. Por ejemplo lidias a la usanza española ya han sido aclimatadas, la indumentaria, los nefastos refrescos
gaseosos. Se conservan elementos como la comida regional y el pelo negro de las
mujeres y hombres, a diferencia de las muchedumbres citadinas en donde es muy visible la casi polarización de pelo
rubio de ellas y el negro o canoso entre los varones.
¡PUERTA! Por ser parte de
la comitiva de El Maletilla nos designaron una casa frente a la plaza para que
el torero se vistiera. Desde ahí se podía observar la puerta de entrada. Poca
asistencia. Los vendedores de comida ponderaban sus bocadillos y la ventana como sordina no dejaba llegar los
gritos y sólo se filtraban los gestos. El Maletilla absorto en sus imágenes
puestas sobre una mesa. Todos guardábamos silencio mientras terminaba de
enfundarse el chalequillo. El lento ritual de vestirse un torero me ha parecido
siempre que es enfundarse en una mortaja. El miedo trasminaba la tarde. Algo
dentro el pecho que nos hace sentir el vaho de una calamidad. Cuando salimos de nuevo al día y caminamos a
la plaza empezamos a aligerar el paso bajo el sol.
PITÓN IZQUIERDO A mi tocayo
lo comprometieron de Juez. Una hora y media después de lo anunciado empezó el ritual taurino. Había corrido la
voz que los toreros pedían su pago antes de jugarse la vida. Dentro de la plaza
los compradores de papas a la francesa acompañaban el bocadillo con chiles
jalapeños en escabeche. Un vendedor de dulces traía su mercancía en una canasta
que colgaba de su cuello con las golosinas y las monedas de su comercio. Los
brazos le terminaban cerca de las muñecas y por manos tenía sendos cilindros negros
que cubrían los muñones. ¨ ¿Cómo le hace para dar cambio?¨ preguntó una niñita
a su mamá que la calló. El sol pesaba y las cervezas se vendían bien, en su
propio envase vítreo.
PITÓN DERECHO El cartel
era variado: tres matadores, un novillero y un niño torero; ganado de La Paz, una ganadería del rumbo. Allá
por la puerta de cuadrillas, en las gradas vacías un perro ladra furiosamente cada
vez que el toro pasa cerca. El matador Chihuahua toreó con naturalidad y con
muchos pasos entre pase y pase. El novillero Alejandro Adame puso la suavidad
en la tarde y pudo hilar con primor algunos pases. Silis, el matador, triunfó
con su personalidad y fuerza. Garza Gaona el otro matador no pudo acordarse de
ninguno de sus ilustres apellidos.
PITÓN IZQUIERDO El perro
ladrador y un colega aparecieron sobre la arena como espontáneos y no permitían
que el ofuscado torero pudiera descabellar al toro. Ladraban y atraían la mitad
de los peones que por falta de una puntilla habían dejado que fuera el matador que
picoteara al toro con el estoque desatinado, mientras ellos ahuyentaban a los
canes. En otra plaza los asistentes hubieran dirigido una silbatina soez al
Juez pero en Doxey los perros fueron un
regocijo que (me pareció), en un momento arrancaron un óle. Por fin el torero
acertó.
PITÓN DERECHO El Maletilla no tuvo suerte con su becerrón y
resolvió su turno con destreza sin tocar las orillas del arte. Casi de noche
terminó la jornada. El inmueble carece de iluminación eléctrica y con la ayuda
de las linternas de los teléfonos celulares ahuyentamos las sombras de los
escalones para salir cuidadosamente a la oscuridad externa donde persistían
algunos vendedores.
PITÓN IZQUIERDO Al regreso nos detuvimos en una fonda
concurrida al aire libre. Un pedigüeño se declaró centroamericano y agradeció algunas
monedas. Acto seguido pidió un platillo y se sentó junto a nosotros. Mi selección
fueron tacos dorados que me fueron servidos caldosos
en un plato hondo y con cuchara; la presentación
extraña me disuadió de pedir arroz porque tal vez lo hubieran servido con
popote.
RECORTE FINAL Días después
encontré a un hablante de Ñañú que me informó sobre el significado de Doxey (Su
pronunciación fue Doshéy) que es ¨tepalcate viejo¨, es decir viejo trozo de
cerámica.
[1] AZCUE
Y MANCERA, Luis/ TOUSSAINT Manuel/ FERNÁNDEZ Justino. CATÁLOGO DE
CONSTRUCCIONES RELIGIOSAS DEL ESTADO DE
HIDALGO. (MÉXICO MCMXLIII) Talleres Gráficos de la Nación. Dos Vol. / CXXXI y CMXIII pp. Con índices y
fotografías. La referencia como Doxhey se encuentran en Vol. II, p. 417.
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